Sachsenhausen fue un campo de concentración edificado por los nazis
en la población de Oranienburg. Transformado en museo en memoria de las
víctimas, su visita es harto recomendable. Además porque es fácil acceder a él,
tras un agradable viaje en tren desde el centro de Berlín. Prototipo de campo
de concentración en disposición radial, aún hoy conserva la subdivisión en
barracones, los correspondientes talleres, las garitas de control, la prisión y
la enfermería, además de algunos edificios que servían de residencia a los
oficiales alemanes. El campo abrió sus puertas el 12 de julio de 1936 con la
intención de albergar prisioneros políticos. Sin embrago y con el transcurso de
la guerra, acabó recibiendo a presos de todo tipo, especialmente judíos y
soviéticos.
Estamos ante el modelo de campo de concentración que el régimen nazi va
a extender por toda Europa. Que no campo de exterminio, ya que no estaba
destinado a ese cometido. Aquí los presos se dedicaban, principalmente, a
labores de taller y a probar el calzado militar fabricado para los soldados
alemanes. Motivo por el cual se pasaban largas jornadas caminando en su enorme
patio central. Hasta quedar exhaustos. Circunstancia por la cual a estos presos
pasó a conocérseles como “los caminantes”.
Si bien, el aspecto más interesante de Sahchsenhausen es que
allí se estableció un famoso taller de falsificación con el cual el Führer
pretendía fabricar libras esterlinas y dólares. La intención era la de inundar
la economía mundial de esta moneda falsificada, hundiendo con ello las finanzas
de los Aliados. A esto se le llamó la Operación Krüger y las evidencias
históricas demuestran que estuvieron cerca de conseguirlo. Logrando colocar un
importante número de libras falsificadas que no pudieron ser detectadas ni por
el Banco de Inglaterra. No tuvieron la misma suerte en lo que respecta al
dólar. Parece ser que los sabotajes llevados a cabo por los propios prisioneros
encargados de las falsificaciones, dieron al traste con ello.
En un viaje reciente por Alemania pude visitar Sachsenhausen. El día era frío y lluvioso, quizás el marco ideal para un paseo como este. Pese haber pasado más de sesenta años desde su liberación y saber que está parcialmente reconstruido, todavía sobrecoge pasear por las instalaciones. No es difícil imaginar el sufrimiento de las personas que transitaron por allí. Un guía me contó que, a causa de las duras circunstancias de vida y a los constantes fusilamientos, en este recinto murieron cerca de 30.000 prisioneros procedentes de treinta y cuatro países. Todo ello antes de que las tropas soviéticas liberaran a los supervivientes, un dos de mayo de 1945.
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