Súper
polémica a la vista. Al menos eso clamaban los medios especializados ante el desembarco de esas nuevas creaciones de les enfants terribles del splatter francés.
Hasta el Festival de Sitges llegaron los ecos de la porfía. ¿Es necesaria
tanta violencia en pantalla? ¿Está justificada por la trama? ¿Es sólo otra
estrategia de marketing? El caso es que allí se programaron las pelis
de las que tanto se está hablado por sus escenas de violencia explícita y
brutalismo malrollero: “Mártires” (2008) de Pascal Laugier, “Frontera(s)”(2007) de Xavier Gens y “Reflejos” (2008) de Alexandre Aja. Después de verlas, me
decanto por lo opción de la estrategia promocional. Por enésima vez hemos caído
en el juego de las productoras, que nos han vendido como rompedor algo que no lo
es tanto. Aquello que pretendía ser la polla en vinagre, al final es más de lo
mismo pero con ración extra de salsa de tomate. Con todo, tengo una opinión
dispar respecto a las tres cintas así que, para ser justos, vayamos una por
una.
La
peor con diferencia es “Frontière(s)”, dirigida por el casi debutante
Xavier Gens. Y se nota. La historia está enmarcada en las futuras elecciones francesas.
Concretamente en una segunda vuelta en la que se está dirimiendo que el
representante del partido conservador o el de extrema derecha lleguen al
Elíseo. Esto lo sé porque viene en la ficha de la película, no porque se desprenda
de lo que se muestra en pantalla. Ahí tan solo vemos como los antidisturbios
dan palos a diestro y siniestro, frente a unos niñatos que lanzan cócteles
molotov sin ton ni son. Los barrios bajos han estallado en protestas y un grupo
de jóvenes, aprovechando el tumulto, deciden perpetrar el robo que les habrá de
solucionar la vida. Lo consiguen, pero la cosa se complica cuando uno de ellos
muere en el intento. Con todo, logran salir de París con el botín y marchan camino
a Holanda, como los Reyes Magos del famoso villancico. Pero se les hace de
noche y se ven obligados a parar en alguna parte. El problema es que eligen un
apartado hostal regentado por un grupo de neonazis caníbales. Así como lo
oís… A partir de aquí comienza el
festivalito de sangre y vísceras. Sesión non-stop de torturas y
guarreridas variadas no aptas para todos los estómagos. Absolutamente
innecesarias como la propia película, que es mala de morirse de principio a fin.
Luego
está “Reflejos” que también es pobre, pero no tanto como la anterior. El
problema fundamental aquí es la expectativa. Y es que su director es el puto Alexandre
Aja y de alguien con su currículum se espera algo mejor. Pero vaya, que la cosa
venía lastrada desde el comienzo, cuando aceptó el encargo de filmar un remake de
una cinta surcoreana que no vale un peo. Concretamente de “El otro lado del espejo”, dirigida por Kim Seong-ho en el año 2003. Con una idea de partida que
podría resultar interesante pero que después, como queda demostrado, no da más
de sí. Un guardia de seguridad con una vida de mierda, se ve abocado a trabajar
de vigilante en un centro comercial devastado por las llamas. En el incidente,
para sorpresa de propios y extraños, los cristales del edificio se mantuvieron
intactos. Luego sabremos el porqué: ofrecer a quien los mira un reflejo de su lado
oscuro. Eso les hace comportarse en base a pulsiones autodestructivas. Y hasta
aquí llegó el agua. El resto es broza. Cierto que hay que reconocerle a Aja el saber
hacer en varias de las escenas más potentes del film. Pero vaya, que la trama no
va a ningún lado y eso lo lastra todo desde mitad de película, más o menos. Sino
antes, con la aparición de esa celebrity asiática con el pelo en la cara y los ojos inyectados en sangre a la que tanto le gusta reptar por las paredes... La que aparecería por primera vez en la versión japonesa de “El Círculo”, de Hideo Nakata, y desde entonces no ha dejado de protagonizar cameos
en un sinfín de producciones asiáticas de género. Respecto a la polémica, aquí se
originó por unas escenas bastante salvajes que, desde mi punto de vista, sí estarían
justificadas. El problema de está peli no son esas escenas. Ojalá.
Ya por
último “Mártires”, el segundo trabajo en la corta trayectoria de Pascal Laugier.
Que es la mejor de las tres sin ningún género de dudas. Aun así dista mucho de
ser una cinta redonda. Mucho menos esa obra maestra que algún crítico
desubicado ha querido colocarnos. Pero vaya, que se aproxima más a esa figura geométrica delimitada por una circunferencia, que
cualquiera de las otras dos. Y da bastante más miedito, lo cual se agradece,
que estamos hablando de cine de terror, ¡leñe! En el trasfondo aparece una
suerte de sociedad secreta que se dedica a torturar a niñitas. Una de las crías
logra escapar y unos años después decide consumar su venganza. Se trata de una
experiencia infernal que el director francés nos muestra sin reparos. Con un montaje
muy elegante y una estética visual que recuerda mucho al terror setentero. La primera
parte resulta magnífica, pero luego y merced a los excesos, todo se va a la
mierda. Y aquello que podría haber sido una obra maestra acaba transformándose
en una peliculilla del montón. Una de tantas que sin estar mal del todo, no dejan
demasiado poso. Y es una pena, la verdad.
Y eso es todo lo que tenía que decir
sobre este nuevo intento de renovar el género. Próximamente más rajadas sobre “obras
maestras” del terror contemporáneo. Jaaa
me maten!!!
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