La controvertida
figura del líder democristiano Giulio Andreotti, es objeto de estudio en una interesante
película dirigida por el no menos interesante Paolo Sorrentino. “Il Divo” le
valió al director napolitano el Gran Premio del Jurado del
pasado Festival de Cannes, además de una ovación de varios minutos del
público asistente. Y no es para menos.
Andreotti es el político, escritor y periodista de prestigio que dominó la
escena política italiana durante más de cinco décadas, siendo siete veces
Primer Ministro. Tras ser nombrado Ministro del Interior y más adelante de
Finanzas, alcanzaría la presidencia del Gobierno de la República en 1972-1973,
1976 y 1978-1979. Tras un período al margen de la cosa pública, sería nombrado
nuevamente Primer Ministro de un Gobierno de coalición en 1989. Tras dimitir en
marzo de 1991, en abril de ese mismo año se le encargó la formación de un nuevo
Gobierno con él a la cabeza. El último de sus siete gobiernos, por lo tanto,
acabaría en el año de las Olimpiadas de Barcelona, trescientos sesenta y cinco
días después de su formación. Además, en el año 91 fue nombrado senador
vitalicio.
Será a partir de entonces cuando comience el declive de la figura de Andreotti,
hasta entonces inmaculada. Sobre todo a raíz de los testimonios de varios arrepentidos de la Cosa Nostra, que le acusarán de estar relacionado con esta organización criminal. Como consecuencia, durante la década de los noventa
pasara más tiempo en tribunales que en su domicilio o en la Iglesia -Andreotti
es un cristiano devoto-. Ya en 1999 sería absuelto de todos los cargos por
falta de pruebas. Sin embargo, tras las apelaciones, en 2003 se le acusaría
nuevamente de “mantener lazos de amistad con la Mafia hasta la
primavera de 1980”. Un delito del que también sería absuelto pero ahora por
haber prescrito. También fue acusado como instigador del asesinato del
periodista Mino Pecorelli, por el que primero fue declarado no culpable, luego sentenciado a
22 años de prisión y definitivamente absuelto por el Tribunal Supremo italiano
en el año 2003.
De esta turbulenta etapa es de la que se preocupa “Il Divo”, resumiendo en
ciento diez minutos de metraje el día a día de un personaje que dedica las
veinticuatro horas del día a trabajar, escribir libros, moverse entre los
círculos de moda y, por último aunque no por ello menos importante, a rezar. Maravillosamente
interpretada por Toni Servillo, habitual colaborador de Sorrentino, el film destaca
por ese retrato impasible del ex presidente italiano ante el infierno que le
acecha. Incapaz de titubear ni de mostrar debilidad ante nadie, llámese
Justicia, oposición o la propia mafia.
La película trata dos de los aspectos más perturbadores en la vida de este “hombre
de estado”: su conexión con Totò Riina - líder histórico de la mafia siciliana-
y la implicación en la logia P2 (Propaganda Due) de Licio Gelli -
responsable de la “estrategia de tensión” a la que ya me referí en un post
anterior-. En este sentido, la cinta alude a la figura de Aldo Moro, aquel líder
democristiano secuestrado y asesinado por la Brigadas Rojas el 9 de
mayo de 1978, cuya muerte pudo haber evitado nuestro protagonista.
Al final “Il Divo” supone un interesante acercamiento a este personaje
poliédrico y aún más polémico, pero protagonista indiscutible de la historia
reciente de Italia y, por extensión, de Europa. Alguien al que debemos frases tan
ingeniosas como las siguientes:
“Lo leímos en los Evangelios, cuando a Jesucristo se le preguntaba lo que era la verdad, él nunca respondía”
“Sé que soy un hombre medio, pero cuando miro a mi alrededor no veo ningún gigante”
“Pensar mal de tu prójimo es un pecado, pero has acertado”
“No es fácil explicar nuestro país a los extranjeros. En Italia los trenes más lentos se llaman Rápidos y el Corriere della Sera (Noticias de la Tarde) sale por la mañana”
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