Avatar es
un término hindú que se refiere a la encarnación terrestre de un dios. De esa
fuente mitológica, o al menos de esa idea, bebe la última superproducción de la 20th Century Fox, escrita y dirigida por James Cameron, el tío que perpetró “Titanic”. Y el amigo la está
petando. Y no sólo en los Estates, donde
amenza con batir todos los récords históricos de taquilla, sino aquí en el reino de Don Quijote y Sancho Panza. Sin embargo, tengo que reconocer que a mi la peli ni fu ni fa. Vamos, que no sabría decir si me gustó o no. Lo único
que tengo por seguro es que después de 161 minutos de efectos especiales a tutiplé, he salido
del cine con escotomas centelleantes (gran nombre para una canción de Los
Planetas) por culpa de la sucesión de imágenes en 3D.
La
historia va de marcianitos güenos que se ven amenazados en su virginal
inocencia por el hombre blanco, ávido de las riquezas naturales escondidas bajo
el subsuelo del planeta sobre el que habitan. Por supuesto, algunos de los
malvados hombres blancos acabarán por darse cuenta de que están en el bando
equivocado y ayudarán a los Na’vi (que así se llama la especie a la que pertenecen los marcianitos). Y como
los tiempos que corren son feos y grises, pues el amigo Cameron ha querido
incorporar un happy end para que salgamos bien contentos del cine. Eso sin
contar con un bienintencionado mensaje en favor de la naturaleza y la soberanía
de los pueblos... Y contra las guerras del petróleo, material sustituido aquí por una
piedrecita que vale a veinte millones el kilo, ¡tal como lo oís! Pero planteado de una forma tan simplona, que la cosa pierde toda la gracia.
Aunque el problema fundamental de “Avatar” es que, más allá de la deslumbrante puesta en escena con preciosos
mundos de fantasía y esos marcianitos tan monos, no hay nada más. En cuanto te
das cuenta de que tras la maravilla visual hay una historia convencional y ñoña, mil
veces vista en la gran pantalla y que encima se hace larga de cojones, comienzas
a cabrearte con James Cameron y su megalomanía. ¡¡¡Alguien le debería explicar
a este tipo que también se pueden hacer pelis de 90 minutos!!!
Como
dice Pablo Kurt en Filmaffinity, posiblemente “Avatar” suponga “un nuevo rumbo
en el campo de los efectos especiales […] pero es una lástima que (Cameron) haya
tardado 12 años para ofrecernos una deslumbrante sucesión de superwallpapers
dinámicos en 3D... con un guión que se escribe en una semana”. ¡Ahí está! demasiado
envoltorio para esa mierda de caramelo. Con todo y con eso os recomiendo verla en el cine, único
lugar donde se puede apreciar en todo su esplendor el virtuosismo técnico desplegado por
sus creadores. Si no, mejor pasar.
Escotoma centelleante: Mancha brillante, móvil, formada unas veces por líneas rotas y otras por chispas diversamente coloreadas, que perciben los individuos afectos de ciertas neuropatías, especialmente de migraña oftálmica.
ResponderEliminarFotopsia: (Del griego phōs, y opsis, vista). Nombre dado a las visiones subjetivas de apariencia luminosa, que afectan tanto al ojo sano como al ojo enfermo, y que son debidas a excitaciones directas de la retina y del nervio óptico, excitaciones generalmente ligeras (espasmos de los párpados, aflujo de sangre a la red vascular, choque ligero del ojo, etc.).
Distinta causa, mismo resultado.
Me ha gustado tu uso del lenguaje.
Cordelia
De toa la vida, vamos...
ResponderEliminar