Me
he leído ahora, por primera vez en mi vida (¡a la vejez viruelas!), la extraordinaria
aventura de Ferdinand Bardamu, protagonista de “Viaje al fin de la noche” de
Louis-Ferdinand Céline. ¡Qué barbaridad de libro! Cuánta acidez y mala leche
condensada en tan poco espacio. ¡Vaya nihilista éste Bardamu! Alter ego de Céline, ya que a nadie se
le escapa que ésta, como la mayoría de las obras del controvertido escritor
francés, tiene mucho de autobiográfico. Publicada en 1932, la novela sitúo a
Céline en una posición de privilegio dentro de las letras francesas. Posición
que vio peligrar por una serie de condicionantes extra-literarios –básicamente
su antisemitismo y sus simpatías filonazis-
que casi consiguieron que autor y obra fuesen borrados del mapa. Llegó incluso a exiliarse en Dinamarca para evitar una condena a muerte
decretada por los tribunales franceses, por delito de colaboracionismo. En fin,
lo que me interesa es el libro, the song
not the singer.
Comienza la historia cuando su protagonista, el mencionado Bardamu, se enrola en el ejército francés. Al poco tiempo acabará asqueado de
trincheras, por lo que decidirá desertar haciéndose
pasar por loco. Éste primer episodio de la historia de Bardamu es, sin duda alguna, uno de
los mejores. Mezcla de lo absurdo y lo real, no hace sino denunciar la
brutalidad de una guerra (en el fondo, de cualquier guerra). Una
vez finalizada la Primera Guerra Mundial y tras un fugaz noviazgo con una cooperante estadounidense y
un extraño affaire con una mujer de vida alegre, decidirá marchar a colonias.
Para ello tomará un barco repleto de militares retirados que a punto estarán de
matarlo. Una vez en África comenzará otro de los pasajes más brillantes de esta
novela. Muy crítico con el papel de Francia en sus colonias, describiéndolas de
forma brutal como un paraíso de corruptos y racistas que practican un sistema
basado en la explotación salvaje de los indígenas. Al final conseguirá escapar
de esa situación, de una forma ciertamente extraña con la Iglesia y del
ejército español implicado en ello, hasta los Estados Unidos de América. Allí conseguirá
vivir durante un tiempo, primero en Nueva York y después en Detroit, donde
trabará amistad y algo más con una prostituta que acabará enamorándose de él.
Sin embargo y a pesar que su vida por primera vez parece encauzarse, decide
volver a París, terminar sus estudios en Medicina y malvivir con la práctica médica. Si en el
periodo norteamericano Céline nos muestra como son los inicios de una sociedad
que va a más, en su vuelta a los suburbios de París vemos reflejado lo
contrario. Una decadencia y una decrepitud que asquea a Bardamu aka Céline hasta límites inconfesables.
De aquí hasta el final la acción no saldrá ya de Francia. Y paralelamente a la vida del protagonista veremos la caída en los infiernos de su amigo
León Robinson, presente en todos y cada uno de los episodios del libro y con
cuyo asesinato finalizará este “Viaje al fin de la noche”.
Con
todo y pese a que la historia reviste un indudable interés, lo más destacado
del libro, al menos lo que más me ha llamado la atención, es la forma como esta escrito. Por lo actual
que nos suena todo. Empleando una prosa amarga y desesperanzada, con un ritmo
altamente intenso y, sobretodo, usando un lenguaje descarnado, grosero y muy
jergal, de rabiosísima actualidad, que escandalizó a propios y extraños y que supuso
una innovación literaria nunca vista. Lo dicho, que me ha encantado el librico.
Y esa visión mordaz de un mundo repleto de miserables, me ha
cautivado. Repetiré con Céline, no os quepa duda.
Obra maestra.
ResponderEliminarSin dudarlo...
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