Es
curioso, pero de un tiempo a esta parte se ha producido una explosión
de bandas que reclaman una vuelta al soul
más clásico, al de los éxitos modelo Motown
o la Stax,
ya
sabéis de que os hablo. Vale, okey,
hablar de explosión tal vez sea algo exagerado. Más aún cuando
esta gloriosa liberación simultánea de energía calórica,
lumínica, pero sobretodo sonora, no ha recibido
mucha
más cobertura que las cuatro
elogiosas críticas a
otros tantos artistas en
algún medio de corte generalista. Excepción hecha del fenómeno Amy
Winehouse, claro está. Y es que la contralto londinense fue quien
inició el proceso, mal que les pese a
algunos.
Pero
además
del
malogrado proyecto Amy,
durante los últimos años hemos visto surgir
a gentes
como Black Joe Lewis, Eli “Paperboy” Reed, Jeff Hershey & theHeartbeats, JC Brooks & the Uptown Sound, Sharon Jones & the
Dap Kings o Nick Waterhouse. De
algunos ya os he
hablado en este mismo espacio, de Nick Waterhouse no y ello a pesar
de haber firmado “Time's all gone”, uno de los mejores álbumes
del
2012. Es ahora y
con
motivo del concierto que dio el pasado sábado en La3,
en
el que venía a presentar sus nuevas canciones incluidas en “Holly”
-un
disco tan bello como fea es su portada-
cuando
paso a plasmar mis impresiones.
La
cosa pintaba bien aunque la sala no tanto. Al
final la
cosa dejó de pintar bien y la sala, como
era de prever,
no mejoró. Aunque
vayamos
por partes.
Para
sorpresa de propios y extraños cuando llegamos a la puerta de La3
-
una
media hora antes de la hora fijada para el comienzo del show
-
había allí una cola que ni el día del estreno de Star
Wars.
Al final estuvimos algo más de media hora esperando
para acceder al recinto, cosa que aún no entiendo porqué,
vale que éramos muchos y la sala se
petó,
pero aún así no es tanta peña
como para esa espera. Más aún cuando, me consta, hubo quienes
tuvieron que aguardar
aún más rato y accedieron al recinto con el concierto ya empezado.
A nosotros al menos nos dio para ver/oír
canción y media de unos
teloneros, pareja chico-chica
de Barcelona cantando en inglés, a quienes no pude dedicar la
atención que seguramente merecían.
En
fin, que en estas estábamos cuando salió a escena el joven Nick y
su banda de magníficos músicos blancos venidos
de ultramar. Porque Nick Waterhouse es blanco, como toda su banda,
excepción hecha de una guapa corista provista de una voz
aún
más bonita.
La referencia a la raza no es gratuita, lo prometo, tan solo es que
no deja de sorprenderme
que casi todos los herederos del
gran
James Brown -
y
gran parte de las bandas arriba mencionadas-
estén capitaneadas/copadas por músicos más blancos que la teta de
una monja. El caso es que lo
mismo me da
que
me da lo
mismo. Porque
allí
se respiró negritud.
¡Como
el Dios del soul
manda!
La
emanada por un veinteañero californiano,
pulcramente vestido y
peinado, que
toca la
guitarra como
un
auténtico maestro.
Al
igual que el
resto de compadres, con mención especial para esa pareja de
saxofonistas
tan
importantes para
el devenir de un
show
en
el cual los metales adquirieron un papel totalmente
protagonista.
Con todo y con eso he de ponerle un pero a la actuación. Que hago extensible al último disco de Waterhouse. Y es que dentro del repertorio no hay canción que baje el nivel medio, pero tampoco hay ninguna que lo suba. Vamos, que lo que desde un punto de vista conceptual puede resultar glorioso, también puede conducirnos a la senda del tedio. Y algo de eso, pero no mucho -¡seamos justos!-, también hubo el sábado por la noche.
Con todo y con eso he de ponerle un pero a la actuación. Que hago extensible al último disco de Waterhouse. Y es que dentro del repertorio no hay canción que baje el nivel medio, pero tampoco hay ninguna que lo suba. Vamos, que lo que desde un punto de vista conceptual puede resultar glorioso, también puede conducirnos a la senda del tedio. Y algo de eso, pero no mucho -¡seamos justos!-, también hubo el sábado por la noche.
Lo
que sí
que hubo y
mucho,
es desubicados que se
dedicaron a joder y acabaron por afear
la velada.
Y es que en consonancia con el sonido
vintage
o retro al que estaba consagrado
el show,
allí
se
congregaron demasiados veteranos
de
la noche borrachos y parlanchines a los que lo mismo les hubiera dado
estar en un concierto de Estopa. El
caso era pintar el mono y
dar la nota.
Yo
la verdad es que no lo entiendo, porque encima el concierto era caro
de pelotas. O tal
vez
sí ya
que, según me cuentan, hubo
bastante peña que entró por el gañote gracias a un
sorteo de entradas. Bien harían los obsequiosos “sorteantes” en
pensarse mejor
a
quien le otorgan la gracia para
futuras
ocasiones. Y es que ya somos pocos los habituales del circuito, como
para que encima
nos
vayan espantando.
Esto último me ha quedado de un pedante que pa' qué y lo sé. Pero me da igual. Para estar a disgusto mejor me quedo en casa y como yo algún otro asiduo. A ver si esos Vietnam veterans asisten a una vigésima parte de los conciertos a los que acude este menda. He dicho.
Esto último me ha quedado de un pedante que pa' qué y lo sé. Pero me da igual. Para estar a disgusto mejor me quedo en casa y como yo algún otro asiduo. A ver si esos Vietnam veterans asisten a una vigésima parte de los conciertos a los que acude este menda. He dicho.
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