Una de las mejores novelas, nacionales o internacionales, que me he echado a la boca en los últimos tiempos. Un niño escapa de casa y afronta una fuga a la intemperie, luchando contra un paisaje agreste, el Sol y la sed. Las referencias a Cormac McCarthy son inevitables, pero también a Miguel Delibes o incluso al Cela de "Pascual Duarte". En este caso, la carretera de nuestro héroe es una llanura infinita en la que reinan la sequía y la violencia. Un mundo cerrado, sin nombres ni fechas, en el que la moral ha escapado por el mismo sumidero por el que se ha ido el agua.Él había ejercido la violencia tal y como había visto hacer siempre a quienes le rodeaban y ahora, como ellos, reclamaba su parte de impunidad. La intemperie le había empujado mucho más allá de lo que sabía y de lo que no sabía acerca de la vida. Le había llevado hasta el mismo borde de la muerte y allí, en medio de un campo de terror. Él había levantado la espada en lugar de poner el cuello. Sentía que había bebido la sangre que convierte a los niños en guerreros, y, a los hombres, en seres invulnerables.
Novela de muchísima calidad. Cortita pero densa. Dura. Muy dura. Y eso que cuenta muchas menos cosas de las que deja intuir. Probablemente ahí resida uno de los triunfos de su autor. El otro es el increíble dominio del lenguaje que muestra. Cuestión bastante sorprendente teniendo en cuenta que "Intemperie" es el debut literario de Jesús Carrasco. Cuento las horas para degustar lo nuevo que nos regale este autor extremeño afincado en Sevilla, porque ha de ser la polla.
Léanla. No se arrepentirán.
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