miércoles, 11 de febrero de 2009

Hammershoi y Dreyer


Vilhelm Hammershoi y Carl Theodor Dreyer son dos de las principales figuras que Dinamarca ha exportado al mundo, al nivel de Soren Kierkegaard, Hans Christian Andersen o Michael Laudrup. El primero de ellos destacó en el arte y más concretamente en la pintura, el segundo como uno de los mayores directores del cine europeo y mundial. Es verdad que la obra de Hammershoi no es especialmente conocida en España y es una lástima, ya que estamos ante uno de los autores más inquietantes que ha producido el arte de los pinceles. Por contra la obra de Dreyer es algo más conocida, al menos entre cinéfilos y hasta cinéfagos adelantados. Si bien muchos lo habrán oído nombrar, pero pocos serán quienes hayan visto su impecable filmografía. Pero vaya, que a poco que tengas un mínimo interés habrás visto “Gertrud” u “Ordet” o “Dies Irae”. O las habrás comenzado al menos. No tengo tan claro que pase eso mismo respecto a los cuadros más representativos de Hammershoi.

De hecho, sólo en una ocasión se montó en España una muestra dedicada a su figura. Fue a comienzos del 2007, cuando el CCCB acogió 36 piezas que hasta entonces tan sólo se habían mostrado en su país, además de en París, Nueva York y Hamburgo. Una exposición tremenda. Muy interesante por cuanto se relacionaba la figura de Hammershoi con la de Dreyer. Planteándose como un estudio de las analogías temáticas y formales existentes entre los dos artistas. En la que se podía apreciar como compartían la convicción de que es en los espacios interiores -de una casa, de una imagen, de un rostro- donde se produce la mayor intensidad dramática. También en la forma de tratar la figura humana, especialmente la femenina, con esas enigmáticas mujeres de espaldas que nos deslizan hacia dramas a puerta cerrada e incluso trasmiten el aroma de la muerte. Y el dominio de la luz sobre la escena expresado en la obra de ambos. O como los exteriores, repletos de paisajes cargados de una atmósfera raruna, son percibimos a través de ventanas y puertas.
Hammershoi y Dreyer coexistieron a finales del siglo XIX y principios del XX en Copenhague, por lo que  bebieron de las mismas fuentes y sufrieron el mismo clima. Supongo que ese será el motivo de la tristeza inherente a la obra de ambos. Con la preeminencia de una escala de colores dominada por los grises como expresión de la soledad y la angustia. Maravillosa soledad y bendita angustia. 

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