Tenía
ganas de ver esa cinta en la que Jean Claude Van Damme se burla de sí mismo y
de su trayectoria en el cine de acción y artes marciales al que debe fama y
fortuna. El caso es que la acabo de ver y aun no tengo claro cómo valorarla. Sí
tengo bastante claro que no es una buena película -porque no lo es, ¡no
jodamos!-. Se pongan como se pongan Jordi Costa o el tío del Fotogramas. Pero también
es verdad que concita cierto interés por lo que, tal vez, el adjetivo que mejor
la califique sea el de curiosa. ¿Y por qué? Quizás porque solo esperaba ver al
musculado actor belga demostrándonos que es capaz de reírse de todos los
chascarrillos que sobre él circulan, haciendo referencia a su simpleza o a su
peculiar manera de hablar, pero resulta que la película va mucho más
allá. O sea, que es capaz de ofrecernos una imagen humana de este
repartidor de galletas profesional, reflejando aspectos biográficos que nos
muestran una vida compleja y plagada de sinsabores. De ahí que estemos ante una
especie de biopic en clave sarcástica. Lo cual no es que sea
mucho, ni poco.
Dirigida por un tal Mabrouk el Mechri, “JCVD” comienza con un Van Damme
ajado y con aspecto derrotado, llegando a su Bruselas natal. Acaba de perder la
custodia de su hija y tan sólo desea refugiarse en casa junto a los suyos. En
estas estábamos cuando el hombre se ve envuelto, de forma fortuita, en un
atraco a una sucursal bancaria perpetrado por una banda de aficionados. La cosa
se acaba de complicar cuando la policía cree que es él quien está al frente del
grupo de atracadores. De esta circunstancia se aprovecha el más espabilado de
los ladrones, orquestando un plan de rescate y fuga sustentado en la presencia
del ciclado karateka.
Aunque lo más interesante -y cachondo- es como Van Damme aprovecha la situación -desarrollada en una escasa hora y media de metraje- para lanzarles pullitas a otros insignes representantes del género. Como a John Woo, a quien achaca que nunca más contara con él tras darle a conocer en el
mercado americano gracias a “Blanco Humano”. Igualmente desliza una socarrona
crítica a la forma de obtener papeles de Steven Seagal. Contando como le acaba de quitar uno de protagonista, tras prometerle al director que si lo contrataba se cortaría su preciada coleta. En este sentido, no puedo olvidar la histórica pugna entre los dos
gorilas, que llegó a su cima cuando el fake-apache, country-man y karateka
alardeó de que en una hipotética pelea entre ambos, Van Damme hincaría la
rodilla. Cuando se lo comentaron al belga, este citó a Seagal para que lo
demostrara públicamente. Tras perseguirlo por fiestas varias, parece ser que el
autor de “En tierra peligrosa” se acojonó, retractándose de todo lo
dicho. Somos muchos los que pensamos que en caso de cerrarse la pelea, Steven
Seagal hubiese pillado más que Mortadelo.
El tema es que ahora y con más de un centenar de películas a sus espaldas, Van
Damme parece dispuesto a reinventarse, no dudando en esquivar aquellos papeles
que no le reporten nada en esta nueva etapa. Tras rodar “JCVD” y en
consonancia con ello, ha rechazado participar en la secuela de “Street Fighter”, pese a tener encima de la mesa una oferta económica mareante. O más
recientemente cuando declinó participar en “Los Mercenarios”, cinta de
acción escrita, dirigida y protagonizada por Sylvester Stallone. El propio Van
Damme reveló en una entrevista a Total Film Magazine, que cuando pidió a
Stallone detalles sobre el guión y el personaje que iba a interpretar, éste
solo supo decirle que iba a ganar mucho dinero y que “las peleas
estarían muy bien”. “Yo no quiero oír eso, yo quiero oír cómo va a ser la
película y el personaje y él fue incapaz de decírmelo”. Un pasaje real que
ya se anticipa en “JCVD”, en esa escena en la que un productor le
promete hacer mucho dinero con una película a rodar en Bulgaria, de la que desconoce
argumento y papel a desempeñar. Es más, en otra escena del film, el
representante habla por teléfono con Van Damme y le ofrece protagonizar una
cosa titulada “No limit injury” a cambio de una leña. Cuando Van
Damme le responde que esa película la han rodado hace tan sólo unas semanas,
este le responde que no se preocupe, seguro que podrá protagonizar “No
Limit Injury II”.
Lo cierto es que Jean Claude no fue siempre Van Damme. Nació como Jean Claude
Van Varenberg y era un tipo no muy alto y bastante enclenque. Le salvó su
pasión por el karate y en sus primeros años interiorizó los valores y la
nobleza del antiguo saber oriental, al que se dedicó en cuerpo y alma. Hasta
tal punto que con 19 años ya era campeón de Europa en su modalidad full
contact. Sin embargo, como se menciona en la película, el joven Jean Claude
siempre tuvo ansias de triunfo, para lo cual nada mejor que marchar a
los EEUU. Allí los inicios fueron duros, teniendo que dormir dentro de un
coche e incluso robar para comer. Con todo no cejó en su empeño y, a fuerza de
aparecer en todas las discotecas frecuentadas por celebridades junto a un book repleto
de sus fotos, consiguió que le diesen una oportunidad ante las cámaras. De ahí
al estrellato, convirtiéndose en el repartidor estrella del cine de Hollywood
y después en Hong Kong. Pero al poco comenzó a tener problemas familiares, de
adicción y con la justicia, agravados cuando se le diagnosticó un trastorno
bipolar. Lo cual le llevaría a pasar de nuevo por dificultades económicas.
Con todo, el mayor problema de Van Damme ha sido el no acabar de aceptar esa
vida por la que luchó con ahínco. Y eso a pesar de auparse nuevamente en el
escalafón más alto de la competición de musculitos hostiadores herederos
del cine de chinatas esquizofrénicos post-Bruce Lee, gracias a
una serie de títulos que le han reportado ingentes cantidades de dinero. Nada
de eso es suficiente para él. Ese es el mensaje que se extrae del visionado de
esta película. De repente, la gran estrella de cine que todos conocemos, no es
más que un tipo corriente, aquejado de miedos, contradicciones y esperanzas
como cualquier hijo de vecino. ¿Cómo podrá mantener la leyenda construida a su
alrededor, cuando las conquistas externas, el dinero o la fama, ya no son tan
valiosas comparadas con la reconquista de uno mismo? Solo el tiempo nos lo dirá…
Y es que no sabemos qué nos deparará el futuro de Van Damme. En lo
cinematográfico es probable que poco o nada. Reconozcámosle al menos el
valor de haberlo intentado. Y no seamos prejuiciosos. Todo el mundo se merece
una segunda oportunidad. Aunque fuese de bailarín...
No hay comentarios:
Publicar un comentario