Por culpa de la turra que me dieron varias personas
de mi entorno, ahora me veo en la obligación de comunicar lo
siguiente: ¡No disfruté “Los
Pilares de la Tierra”! El puto bestseller de Ken Follett me parece una
mierda y no me gustó nada de nada.
Y eso que lo intenté con todas mis fuerzas. ¡Lo juro! Retomando una y otra vez una
lectura que abandoné cerca de veinte veces. Y ello a pesar de que, en mi fuero
interno, sentía que debía abandonarlo de forma definitiva. Pero un par de
amigos me insistían una y otra vez. “Verás como a partir de la página 200 te
encanta... ¡Hostia! ¿Te lo vas a dejar ahora? ¿Antes de la página novecientos
ochenta y tres en dónde pasa lo mejor?” Sin desfallecer. Llegando a
turnarse. Fruto de sus denodados esfuerzos, me lo terminé. Llegué a la meta para
su disfrute, claro, que no el mío.
Y de verdad que lo siento migatxos. No fui capaz de contagiarme
con esta “bonita” historia de superación personal en clave románica, con el
proceso de construcción de la Catedral de Kingsbridge al fondo.
Compendiada en la nada desdeñable cifra de mil trescientas páginas. Que al
menos me reconoceréis que Mr. Follett lo que es capacidad
de síntesis, como que no... Así pues os lo digo de nuevo, ¡no me gustó la
novela! Más bien lo grito… ¡Me cago en los putos pilares de la Tierra! Un tostón
infumable. Y es que no puedo ni con William Hamleigh, el supuesto
malo malísimo que no es más que un pringado que recibe más palos que una
estera, ni con el prior de los huevos, un fanático religioso claramente inspirado
en la cosa de los Kikos. Tampoco me trago a la bellísima, jovencísima, dignísima y maravillosísima
Aliena, hija de un conde caído en desgracia y que en realidad me temo que nunca
fue trigo limpio. Pero sobre todo con quien no puedo es con la familia de
lerdos de Tom el Constructor. ¡Su puta madre que rabia dan! Que si por mí
fuera, ojalá se les hubiera caído encima la puta catedral y chimpum... En
la página dos y a tomar por culo el libro.
Pero es que encima el escritor británico anuncia que habrá segunda parte... Miedo
me da. También te digo que esta vez, cómo alguien me lo regale o me lo preste o
me lo ceda, se lo tiro a la cabeza.
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