Para
los más jóvenes del lugar os diré que Pedro Pacheco Herrera fue el alcalde de
Jerez entre los años 1979 y 2003. Militante del Partido Andalucista, Pacheco ha sido la persona que más tiempo ha
ocupado ese cargo y durante su largo mandato llevó a cabo un arduo proceso de transformación
de la ciudad, ejecutando importantes proyectos como el circuito de velocidad o
el parque tecnológico agroalimentario. Sin embargo la fama le llegó a don Pedro
por otra vía. Fue en 1985, en rueda de prensa, cuando Pacheco gritó a los
cuatro vientos aquello de “la justicia es un cachondeo”. Al parecer, el alcalde jerezano no encajó muy bien una
resolución de la Audiencia Provincial de Cádiz a través de la cual se anulaba
un edicto de demolición de un chalé propiedad Bertín Osborne. Pacheco pretendía
así denunciar la existencia de una connivencia entre el juez y los abogados del
(pseudo) cantante y presentador, lo cual le acarreó una serie de problemas
legales que por poco no acaban con su carrera política. El caso es que la
“hazaña” del gaditano le concedió cierta notoriedad entre sus paisanos y hasta
hace relativamente poco no era difícil ver pintadas apoyando su causa.
Ya
han pasado unos añitos desde aquello y no muchos se acuerdan del affaire, sin embargo la afirmación de
Pedro Pacheco respecto a nuestra justicia está hoy más vigente que nunca. Porque
ha sido hoy, día 9 de febrero del año 2012, cuando el Tribunal Supremo ha
condenado al juez Baltasar Garzón por el caso de las escuchas de la Gürtel, expulsándolo de la Audiencia
Nacional e inhabilitándolo para el ejercicio de la carrera judicial por un
periodo de once años (en la práctica, hasta que se jubile, ya que el magistrado
cuenta en la actualidad con 57 años de edad). En una sentencia durísima, que
supura odio y vendetta por los cuatro
costados, los jueces del Supremo achacan a Garzón el haber
utilizado “prácticas propias de regímenes
totalitarios”, causando “una drástica
e injustificada reducción del derecho de defensa y demás derechos afectados
anejos al mismo” y colocando con ello “a
todo el proceso penal español, teóricamente dotado de las garantías
constitucionales y legales propias de un Estado de Derecho contemporáneo, al
nivel de sistemas políticos y procesales característicos de tiempos ya
superados”. Se le condena por lo tanto por un delito de prevaricación.
Y vale sí, ya sé que
en un sistema garantista como el nuestro todo no vale o, por seguir la jerga de
los carcas que han redactado la
sentencia, el fin no justifica los medios. Y que un juez ponga escuchas a un
abogado para descubrir cosas sobre su cliente es absolutamente ilegal y atenta contra
el derecho de defensa que consagra el artículo 25 de la Constitución. Pero que
las escuchas sean ilegales no significa necesariamente que exista un delito de
prevaricación, para ello ha de demostrarse la existencia de dolo o imprudencia
grave y lo habitual en estos casos es que se certifique la ilegalidad de las
escuchas y por lo tanto se anulen, pero absolviendo al juez. Pero a Garzón se
la tenían jurada desde hace tiempo. El hombre había pisado demasiados cayos a
lo largo de su trayectoria y su historial como juez estrella le había granjeado
no pocos enemigos dentro y fuera del estamento judicial. Así que, acusado por los
jefes del “te quiero un huevo” (Francisco
Correa y Pablo Crespo) y en connivencia con “una
casta de burócratas
al servicio de la venganza institucional” (Carlos Jiménez Villarejo, ex fiscal anticorrupción,
dixit), la carrera del juez Garzón se
ha ido por el retrete. Como diría Supercrepus,
el plan “suena brillante”… Pero no lo
es. Tan sólo es demente. Porque tiene cojones que sea precisamente el tipo que destapó todo el merder de la Gürtel, el
primero y hasta el momento el único en caer. Y a través de una sentencia fruto
de una sucia maniobra orquestada por corruptos y magistrados pendencieros que,
en definitiva, supone “un balón de oxígeno para la corrupción
imperante en España y una coerción expresa a cualquier magistrado que decida
acordar un sistema de investigación legítimo como son las escuchas telefónicas”
(Jiménez Villarejo again).
Para más INRI, durante el día de hoy también
hemos conocido que la Comisión Disciplinaria del Consejo General del Poder
Judicial (CGPJ) va a investigar al magistrado encargado de instruir el “Caso Urdangarín”, por las “filtraciones” producidas durante el proceso. Ya veremos
si este no acaba también en el trullo, mientras que el yernísimo se sale de
rositas… y con los bolsillos llenos.
Pues sí amigos, esto
es lo que hay. Eso y que Pacheco tenía razón. Siempre la tuvo.
Pues sí, Sulo. Me quedo con tu sentencia. Ésta sí que es ejemplar. Qué cojones!
ResponderEliminarP.d. Ya te decía que esperaba tu post como agua de mayo. Ahora sé que no estoy loca. O que no soy la única!
B.
"Pero que las escuchas sean ilegales no significa necesariamente que exista un delito de prevaricación". Hombre si haces algo ilegal lo más probable es que termines de bruces en el banquillo, que no es lo mismo que te anulen una prueba legal por defectos de forma. Los juzgados estan llenos de gente buena que en algún momento la han jodido y los jueces no tienen conmiseración con ellos (no tienen porqué tenerla), como tampoco la tenía Garzón cuando ejercía de juez. Aunque no guste hay que aceptar que Garzón la fastidió él solito. En las otras causas que tiene tengo más dudas.
ResponderEliminarSí Joaquim, Garzón la fastidió y por eso ha de pagar por ello, lo que yo me cuestiono es cuánto ha de pagar por ello. En el Ordenamiento Jurídico español se exige que para que exista ese delito de prevaricación concurra dolo o negligencia muy grave y eso, en un proceso penal, se ha de demostrar. Si no, se anulan las escuchas y santas pascuas. Que Garzón no tuviera conmiseración con la gente de Egunkaria, Ekin o Ardi Beltza, no justifica que ahora se haga lo mismo con él. El donde las dan las toman y el mierda pa' tos no es un principio general del derecho, al menos hasta hoy día.
ResponderEliminarUn saludo