Todo transcurre en una jornada de
sábado, en las veinticuatro horas que necesita la Tierra para girar 365 grados
sobre su eje. No hace falta más. Henry Perowne, un prestigioso neurocirujano
casado felizmente y con dos hijos, se dispone a realizar sus rutinas sabatinas, o sea, sacar del garaje su flamante deportivo y pasearse con él por las calles
de Londres, visitar a su enferma madre, jugar al squash con su
colega Jay Strauss y más tarde hacer la cena para degustarla en familia... Además
este sábado es especial, porque viene su hija desde París para pasar unos días.
Sin embargo, el 15 de febrero de 2003 empieza de forma diferente a lo esperado.
Perowne, que se ha despertado a una hora inusual, presencia a través de su ventana
como un avión en llamas sobrevuela Londres. Y a partir de ahí encadena un
cúmulo de hechos poco habitúales en una vida por lo común apacible y exenta de
sobresaltos. Lo que, por otra parte, le llevará a tomar decisiones y concluir
cosas infrecuentes para un ejemplar exponente de la tradición científica como él.
Con este punto de partida Ian McEwan nos adentra en una de las constantes de su
obra: el terror. Mostrando sus diferentes rostros y como este se apodera de las
existencias más serenas, como la de esta familia tipo que protagoniza la novela.
La angustia ante lo irracional, la amenaza del caos sobre el orden, la búsqueda
de la seguridad y la consecución de la felicidad en definitiva. Además en “Sábado”
se aprecian como claros referentes el 11-S y también la guerra
de Irak. De hecho el sábado en cuestión es el día de las manifestaciones en
contra de la invasión norteamericana celebradas en Londres. En este sentido
tiene mucho interés la oposición de diferentes puntos de vista sobre la guerra en
boca de Perowne y sus dos hijos. También sobre el resto de la actualidad. Hay
que tener en cuenta que el propio autor ha manifestado que las ambiguas
opiniones expresadas por boca del padre son las suyas propias en el momento de
escribir esta novela. McEwan siempre ha sido claro –y polémico- a este
respecto.
Un aspecto que atrae del libro es el pormenorizado estudio que realiza sobre
aspectos relativos a la neurocirugía y la medicina en general. Para ello McEwan
estuvo dos años viendo trabajar a los profesionales en los quirófanos del Hospital
Nacional de Neurología y Neurocirugía de Queens Square en Londres, como viene
recogido en los agradecimientos del final. No olvidemos que el británico es uno
de los escasos novelistas que introducen la ciencia en la narración de una manera
natural, como componente de la cultura humana. Ello le sirve para defender un
punto de vista científico de la realidad, así como criticar la visión
fantasiosa e ingenua de parte de la producción literaria que vive al margen del
desarrollo de la cultura científica.
“Sábado” es, en definitiva, una historia 100% McEwan. Quien por otro lado es uno
de los autores más interesantes de las letras contemporáneas. Atípica en su
desarrollo, creo que es una de las mejores novelas de quien seguramente sea el ciudadano más ilustre de
Aldershot.
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