jueves, 7 de agosto de 2008

"Tropa de Élite", buen cine made in Brazil


Ciertamente no es algo habitual que en nuestra cartelera asomen películas brasileñas. A lo sumo un par por año y eso en el mejor de los casos. Es una lástima, porque las que se estrenan suelen distinguirse por su altísimo nivel. Y es que ya pasó la crisis para el audiovisual brasileño, originada tras el cierre de la Agencia Estatal de Distribución y Producción –Embrafilme-. Primero con la promulgación de la Lei do Audiovisual de 1994 y después con el decreto aprobado por el ejecutivo de Lula en 2004, que duplica el número de salas donde deben exhibirse películas de producción nacional. De esta forma se ha conseguido que la realización de películas brasileñas haya superado las 500, aumentando además y de forma considerable el número de espectadores en las salas. La otra consecuencia va a ser la eclosión de nuevos valores del cine brasileño, integrando lo que la crítica ha tenido a bien en denominar como “la Retomada”.

Ese nuevo cine trata numerosos temas que reflejan el Brasil actual, ese que escapa del tópico de tierra de samba y fiesta. De entre sus producciones, las más impactantes a mi parecer son aquellas relacionadas con la violencia y la vida en las favelas. Un mundo oscuro, violento y bastante desconocido para nosotros los occidentales, a pesar de que en ocasiones tenga un espacio en la sección de sucesos de nuestros informativos. En este marco han surgido algunas cintas con visos de convertirse en clásicos del cine contemporáneo. Entre estas joyitas del séptimo arte, éxitos de taquilla que además han recibido numerosos premios en festivales internacionales, se incluyen “Estación Central de Brasil” (1998) dirigida por Walter Salles, “Ciudad de Dios” (2002) dirigida por Fernando Meirelles, o “Tropa de Élite” (2007) dirigida por José Padilha y de la que nos vamos a ocupar aquí.

Desde que fuera galardonada con el Oso de Oro de la Berlinale 2008, marqué a “Tropa de Elite” como una de las películas a ver durante el presente ejercicio. De hecho, miles de españoles ya han pasado por el cine en el escaso mes que lleva en cartelera, con muy buena recepción y buenas críticas generales. Nada que ver con lo que ha supuesto en Brasil. Un auténtico fenómeno según he leído. No solo eso, la prensa se hacía eco de como el film ha alterado el comportamiento de la población y de la policía en Brasil. Sin ir más lejos durante el pasado Carnaval de Río, cuando el pantalón y la camiseta negra con el siniestro escudo del Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE) -una calavera atravesada por un machete y dos pistolas- se convirtieron en el disfraz estrella. Además de que el capitán Roberto Nascimento, el brutal policía que protagoniza el filme, se erigió en una especie de héroe nacional brasileño.

Ayer me acerqué a los cines Albatros para echarle un ojo. Y he de decir que la película no es solo lo que cuentan, sino mucho más. La historia del mencionado Nascimento, comandante de un cuerpo de élite de la policía de Río, que quiere dejar su puesto pero no puede. No soporta vivir con el estrés de su trabajo, más aún ahora que está a punto de ser padre, pero antes necesita encontrar al sustituto adecuado. Con ese fin comienza a instruir a los aspirantes, de entre los que destacan Neto y Matías, dos amigos de la infancia. Con este trasfondo Padilha refleja con crudeza los tejemanejes y las corruptelas de la policía de Río y su relación con los narcotraficantes de las favelas. Por si no había suficiente, la acción se desarrolla en el marco de la preparación de la inminente visita del Papa Juan Pablo II a esta ciudad, para el Encuentro Mundial de las Familias.

La cinta no deja títere con cabeza. Retrata a una policía corrompida hasta los huesos y en dónde las prácticas fascistas son el pan nuestro de cada día. También a los deshumanizados traficantes, para los que la vida no vale nada. Pero también a las clases medias y altas de su país, cuyas acciones y omisiones quedan señaladas como origen del narcotráfico y de esa violencia que espanta pero que no solo no se condena sino que se alienta. 
Además de ofrecernos muchos aspectos sobre los que reflexionar, “Tropa de Élite” está muy bien rodada. Resulta trepidante y, a grandes rasgos, muy impactante en lo visual. Altamente recomendable, sí señor.

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