sábado, 30 de agosto de 2008

El mercader de la muerte


Sobre estas líneas Viktor Bout, más conocido como “el mercader de la muerte”. Más que un sobrenombre, un calificativo y a los hechos me remito. Encarcelado en Tailandia desde el pasado 8 de marzo tras ser detenido en un operativo conjunto de varios países, con asistencia de la Interpol. Es durante estos días cuando se habrá de resolver sobre su extradición a Estados Unidos o Rusia, para que responda por cargos de terrorismo.

Este ex oficial del Ejército Rojo nacido hace cuatro décadas en Dusanbé, capital de Tayikistán, tiene el dudoso honor de ser el mayor traficante de armas del mundo. Y es que tras la desintegración de la URSS, Bout se recicló para convertirse en un hombre de negocios. Se especializaría en la venta de armas, prestando servicios principalmente en África, Latinoamérica y Afganistán. Tras licenciarse en la Escuela Militar de Lenguas Extranjeras de Moscú, su destino fue Mozambique y Angola, donde le sobrevino el colapso de la URSS. Ambos países eran por aquel entonces escenario de violentos conflictos. Una gran oportunidad para Bout que vio ahí un nicho de mercado. Con apenas veinte años por aquel entonces, aprovechó su don de lenguas - habla con fluidez ruso, inglés, francés, portugués, uzbeko y varias lenguas africanas- y su aguda inteligencia para poner en marcha servicios de transporte aéreo con viejo equipamiento soviético. Ganándose la fama de garantizar vuelos a las regiones en conflicto más peligrosas. Y es que sus pilotos, veteranos aviadores soviéticos, se arriesgaban a ir allí dónde otros no querían.

Comenzó suministrando armas en Afganistán, primero a la Alianza del Norte antitalibán y después a los muyaidines. Más adelante se mudaría a Sudáfrica, manteniendo bajo control el abastecimiento de material armamentístico a las diversas facciones enfrentadas en las guerras de Angola, Liberia, Sierra Leona y el Congo. Además de distribuir armas, sus aviones volvían cargados de minerales, flores o hasta pescado, para su venta en los Emiratos Árabes Unidos. Tras un intento fallido de asesinato volverá a Moscú. Allí contactará con nuevos clientes y proseguirá con sus labores, incluyendo en sus negocios equipamiento militar pesado proveniente de Moldavia, Ucrania y Bulgaria. Llegando incluso a prestar sus servicios a la campaña estadounidense en Irak, cuestión esta confirmada por el periodista de la BBC y The Guardian Misha Glenny. Lo que motivó que su nombre fuese borrado, al menos temporalmente, de las listas de delincuentes más buscados por la Interpol. También está documentada su participación en turbios negocios en Colombia que implicarían a las FARC.

La personalidad de Viktor Bout contribuyó a su éxito. Tremendamente educado, muy inteligente y aún más ambicioso, pero a la vez prudente y modesto. De hecho su figura ha servido de inspiración para dos películas recientes del universo Hollywood. Se trata de “Diamante de Sangre” (2006) de Edward Zwick y “El señor de la guerra” (2005) de Mike Niccol. La alargada sombra de Bout se cierne tras la figura del contrabandista interpretado por Leonardo Di Caprio en la primera, y en el traficante de armas Yuri Orlov, a quien pone cara Nicolas Cage, en la segunda.

No se le conoce inclinación política alguna, lo que unido a su falta de escrúpulos, explica que al mismo tiempo proveyese a sendos contendientes de un conflicto armado en Afganistán o Angola. O que le vendiese su mercancía a diferentes guerrillas revolucionarias y también a las milicias presidenciales que las combatían. Además se le conocen negocios de otra índole, como el transporte de fuerzas de paz de la ONU en Somalia y Ruanda, de negociadores de paz en Filipinas, el envió de suministros al Programa Mundial de Alimentos a África o de materiales humanitarios a Sri Lanka. Esa participación en varias misiones para las Naciones Unidas, en los mismos lugares devastados por las armas que sus empresas habían suministrado, define muy a las claras de que tipo de personaje estamos hablando. Genio y figura hasta la sepultura el amigo Viktor.  

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