Discurso de agradecimiento al Premio Nobel de Literatura 2005.
En 1958, escribí lo siguiente:
'No hay grandes diferencias entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y
lo falso. Una cosa no es necesariamente verdadera o falsa; puede ser al mismo
tiempo verdadera y falsa.'
Creo que estas afirmaciones aún tienen sentido, y aún se aplican a la
exploración de la realidad a través del arte. Así que, como escritor, las
mantengo, pero como ciudadano no puedo; como ciudadano he de preguntar: ¿Qué es
verdad? ¿Qué es mentira?
La verdad en el arte dramático es siempre esquiva. Uno nunca la encuentra del
todo, pero su búsqueda llega a ser compulsiva. Claramente, es la búsqueda lo
que motiva el empeño. Tu tarea es la búsqueda. De vez en cuando, te tropiezas
con la verdad en la oscuridad, chocando con ella o capturando una imagen fugaz
o una forma que parece tener relación con la verdad, muy frecuentemente sin que
te hayas dado cuenta de ello. Pero la auténtica verdad es que en el arte
dramático no hay tal cosa como una verdad única. Hay muchas. Y cada una de
ellas se enfrenta a la otra, se alejan, se reflejan entre sí, se ignoran, se
burlan la una de la otra, son ciegas a su mera existencia. A veces, sientes que
tienes durante un instante la verdad en la mano para que, a continuación, se te
escabulla entre los dedos y se pierda.
Me han preguntado con frecuencia cómo nacen mis obras teatrales. No sé cómo
explicarlo. Como tampoco puedo resumir mis obras, a menos que explique qué
ocurre en ellas. Esto es lo que dicen. Esto es lo que hacen.
Casi todas las obras nacen de una frase, una palabra o una imagen. A la palabra
le sigue rápidamente una imagen. Os daré dos ejemplos de dos frases que
aparecieron en mi cabeza de la nada, seguidas por una imagen, seguidas por mí.
Las obras son 'The Homecoming' (La vuelta a casa) y 'Old times' (Viejos
tiempos). La primera frase de 'The Homecoming' es “¿Qué has hecho con las
tijeras?" La primera frase de 'Old times' es “Oscuro”.
En ninguno de los casos disponía de más información.
En el primer caso alguien estaba, obviamente, buscando unas tijeras, y preguntaba
por su paradero a otro de quien sospechaba que probablemente las había robado.
Pero, de alguna manera, yo sabía que a la persona interrogada le importaban un
bledo tanto las tijeras como el interrogador.
En 'Oscuro', tomé la descripción del pelo de alguien, el pelo de una mujer, y
era la respuesta a una pregunta. En ambos casos me encontré obligado a
continuar. Ocurrió visualmente, en una muy lenta graduación, de la sombra hacia
la luz.
Siempre comienzo una obra llamando a los personajes A, B y C.
En la obra que acabaría convirtiéndose en 'The Homecoming', ví a un hombre
entrar en una habitación austera y hacerle la pregunta a un hombre más joven
sentado en un feo sofá con un periódico de carreras de caballos. De alguna
forma sospechaba que A era un padre y que B era su hijo, pero no tenía la
certeza. Esta posibilidad se confirmaría sin embargo poco después cuando B (que
más adelante se convertiría en Lenny) le dice a A (más adelante convertido en
Max), “Papá, ¿te importa si cambiamos de tema de conversación? Te quiero
preguntar algo. Lo que cenamos antes, ¿cómo se llama? ¿Cómo lo llamas tú? ¿Por
qué no te compras un perro? Eres un chef de perros. De verdad. Crees que estas
cocinando para perros.” De manera que como B le llama a A “Papá” me pareció razonable
asumir que eran padre e hijo. A era claramente el cocinero y su comida no
parecía ser muy valorada. ¿Significaba esto que no había una madre? Eso aún no
lo sabía. Pero, como me dije a mí mismo entonces, nuestros principios nunca
saben de nuestros finales.
'Oscuro'. Una gran ventana. Un cielo al atardecer. Un hombre, A (que se
convertiría en Deeley) y una mujer, B (que luego sería Kate) sentados con unas
bebidas. ¿Gorda o flaca?, pregunta el hombre. ¿De quién hablan? Pero entonces
veo, de pie junto a la ventana, a una mujer, C (que sería Anna), iluminada por
una luz diferente, de espaldas a ellos, con el pelo oscuro.
Es un momento extraño, el momento de crear unos personajes que hasta el momento
no han existido. Todo lo que sigue es irregular, vacilante, incluso
alucinatorio, aunque a veces puede ser una avalancha imparable. La posición del
autor es rara. De alguna manera no es bienvenido por los personajes. Los
personajes se le resisten, no es fácil convivir con ellos, son imposibles de
definir. Desde luego no puedes mandarles. Hasta un cierto punto, puedes jugar
una partida interminable con ellos al gato y al ratón, a la gallina ciega, al
escondite. Pero finalmente encuentras que tienes a personas de carne y hueso en
tus manos, personas con voluntad y con sensibilidades propias, hechas de partes
que eres incapaz de cambiar, manipular o distorsionar.
Así que el lenguaje en el arte es una ambiciosa transacción, unas arenas
movedizas, un trampolín, un estanque helado que se puede abrir bajo tus pies,
los del autor, en cualquier momento.
Pero, como he dicho, la búsqueda de la verdad no se puede detener nunca. No
puede aplazarse, no puede retrasarse. Hay que hacerle frente, ahí mismo, en el
acto.
El teatro político presenta una variedad totalmente distinta de problemas. Hay
que evitar los sermones a toda costa. Lo esencial es la objetividad. Hay que
dejar a los personajes que respiren por su cuenta. El autor no ha de
confinarlos ni restringirlos para que satisfagan sus propios gustos,
disposiciones o prejuicios. Ha de estar preparado para acercarse a ellos desde
una variedad de ángulos, desde un surtido amplio y desinhibido de perspectivas
que resulten. Quizá, de vez en cuando, cogerlos por sorpresa, pero a pesar de
todo, dándoles la libertad para ir allí donde deseen. Esto no siempre funciona.
Y, por supuesto, la sátira política no se adhiere a ninguno de estos preceptos.
De hecho, hace precisamente lo contrario, que es su auténtica función.
En mi obra 'The Birthday Party' (La fiesta de cumpleaños) creo que permito el
funcionamiento de un amplio abanico de opciones en un denso bosque de
posibilidades antes de concentrarme finalmente en un acto de dominación.
'Mountain Language' (El lenguaje de la montaña) no aspira a esa amplitud de
funcionamiento. Es brutal, breve y desagradable. Pero los soldados en la obra
sí que se divierten con ello. Uno a veces olvida que los torturadores se
aburren fácilmente. Necesitan reírse de vez en cuando para mantener el ánimo.
Este hecho ha sido confirmado naturalmente por lo que ocurrió en Abu Ghraib en
Bagdad. 'Mountain Language' sólo dura 20 minutos, pero podría continuar hora
tras hora, una y otra y otra vez, repetirse de nuevo lo mismo de forma
continua, una y otra vez, hora tras hora.
'Ashes to ashes' (Polvo eres), por otra parte, me da la impresión de que
transcurre bajo el agua. Una mujer que se ahoga, su mano que emerge sobre las
olas intentando alcanzar algo, que se hunde y desaparece, buscando a otros,
pero sin encontrar a nadie, ya sea por encima o por debajo del agua, encontrando
únicamente sombras, reflejos, flotando; la mujer es una figura perdida en un
paisaje que las aguas están cubriendo, una mujer incapaz de escapar de la
catástrofe que parecía que sólo afectaba a otros.
Pero, de la misma forma que ellos murieron, ella también ha de morir.
El lenguaje político, tal como lo usan los políticos, no se adentra en ninguno
de estos territorios dados que la mayoría de los políticos, según las
evidencias de que disponemos, no están interesados en la verdad sino en el
poder y en conservar ese poder. Para conservar ese poder es necesario mantener
al pueblo en la ignorancia, que las gentes vivan sin conocer la verdad, incluso
la verdad sobre sus propias vidas. Lo que nos rodea es un enorme entramado de
mentiras, de las cuales nos alimentamos.
Como todo el mundo aquí sabe, la justificación de la invasión de Irak era que
Sadam Hussein tenía en su posesión un peligrosísimo arsenal de armas de
destrucción masiva, algunas de las cuales podían ser lanzadas en 45 minutos y
provocar una espeluznante destrucción. Nos aseguraron que eso era cierto. No
era cierto. Nos contaron que Irak mantenía una relación con Al Quaeda y que era
en parte responsable de la atrocidad que ocurrió en Nueva York el 11 de
Septiembre de 2001. Nos aseguraron que esto era cierto. No era cierto. Nos
contaron que Irak era una amenaza para la seguridad del mundo. Nos aseguraron
que era cierto. No era cierto.
La verdad es algo completamente diferente. La verdad tiene que ver con la forma
en la que Estados Unidos entiende su papel en el mundo y cómo decide
encarnarlo.
Pero antes de volver al presente me gustaría mirar al pasado reciente, me
refiero a la política exterior de Estados Unidos desde el final de la Segunda
Guerra Mundial. Creo que es nuestra obligación someter esta época a cierta
clase de escrutinio, aunque sea de una manera incompleta, que es todo lo que
nos permite el tiempo que tenemos.
Todo el mundo sabe lo que ocurrió en la Unión Soviética y por toda la Europa
del Este durante el periodo de posguerra: la brutalidad sistemática, las
múltiples atrocidades, la persecución sin piedad del pensamiento independiente.
Todo ello ha sido ampliamente documentado y verificado.
Pero lo que yo pretendo mostrar es que los crímenes de los EEUU en la misma
época sólo han sido registrados de forma superficial, no digamos ya
documentados, o admitidos, o reconocidos siquiera cómo crímenes. Creo que esto
hay que solucionarlo y que la verdad sobre este asunto tiene mucho que ver con
la situación en la que se encuentra el mundo actualmente. Aunque limitadas,
hasta cierto punto, por la existencia de la Unión Soviética, las acciones de
los Estados Unidos a lo ancho y largo del mundo dejaron claro que habían
decidido que tenían carta blanca para hacer lo que quisieran.
La invasión directa de un estado soberano nunca ha sido el método favorito de
Estados Unidos. En la mayoría de los casos, han preferido lo que ellos han
descrito como “conflicto de baja intensidad”. Conflicto de baja intensidad
significa que miles de personas mueren pero más lentamente que si lanzases una
bomba sobre ellos de una sola vez. Significa que infectas el corazón del país,
que estableces un tumor maligno y observas el desarrollo de la gangrena. Cuando
el pueblo ha sido sometido -o molido a palos, que viene a ser lo mismo– y tus
propios amigos, los militares y las grandes corporaciones, se sientan
confortablemente en el poder, tú te pones frente a la cámara y dices que la
democracia ha prevalecido. Esto fue lo normal en la política exterior de los
Estados Unidos durante los años de los que estoy hablando.
La tragedia de Nicaragua fue un ejemplo muy significativo. La escogí para
exponerla aquí como un ejemplo claro de cómo ve Estados Unidos su papel en el
mundo, tanto entonces como ahora.
Yo estuve presente en una reunión en la embajada de los EEUU en Londres a
finales de los 80.
El Congreso de Estados Unidos estaba a punto de decidir si dar más dinero a la
Contra para su campaña contra el estado de Nicaragua. Yo era un miembro de una
delegación que venía a hablar en nombre de Nicaragua, pero la persona más
importante en esta delegación era el Padre John Metcalf. El líder del grupo de
EEUU era Raymond Seitz (por aquel entonces el ayudante del embajador, más tarde
él mismo sería embajador). El Padre Metcalf dijo: “Señor, dirijo una parroquia
en el norte de Nicaragua. Mis feligreses construyeron una escuela, un centro de
salud, un centro cultural. Vivíamos en paz. Hace unos pocos meses un grupo de
la Contra atacó la parroquia. Lo destruyeron todo: la escuela, el centro de
salud, el centro cultural. Violaron a las enfermeras y las maestras, asesinaron
a los médicos, de la forma más brutal. Se comportaron como salvajes. Por favor,
exija que el gobierno de EEUU retire su apoyo a esta repugnante actividad
terrorista.”
Raymond Seitz tenía muy buena reputación como hombre racional, responsable y
altamente sofisticado. Era muy respetado en los círculos diplomáticos. Escuchó,
hizo una pausa, y entonces habló con gravedad. "Padre", dijo,
"déjame decirte algo. En la guerra, la gente inocente siempre sufre".
Hubo un frío silencio. Le miramos. Él no parpadeó.
La gente inocente, en realidad, siempre sufre.
Finalmente alguien dijo: "Pero en este caso 'las personas inocentes'
fueron las víctimas de una espantosa atrocidad subvencionada por su gobierno,
una entre muchas. Si el Congreso concede a la Contra más dinero, tendrán lugar
más atrocidades de esta clase. ¿No es así? ¿No es por tanto su gobierno
culpable de apoyar actos de asesinato y destrucción contra los ciudadanos de un
estado soberano?"
Seitz se mantuvo imperturbable. "No estoy de acuerdo con que los hechos
tal como han sido presentados apoyen sus afirmaciones". Dijo.
Mientras abandonábamos la embajada, un asistente estadounidense me dijo que
había disfrutado con mis obras. No le respondí.
Debo recordarles que el entonces presidente, Reagan, hizo la siguiente
declaración: "La Contra es el equivalente moral a nuestros Padres
Fundadores".
Los Estados Unidos apoyaron la brutal dictadura de Somoza en Nicaragua durante
40 años. El pueblo nicaragüense, guiado por los sandinistas, derrocó este
régimen en 1979, una impresionante revolución popular.
Los sandinistas no eran perfectos. Tenían una claro componente de arrogancia y
su filosofía política contenía un cierto número de elementos contradictorios.
Pero eran inteligentes, racionales y civilizados. Se propusieron conseguir una
sociedad estable, decente y plural. La pena de muerte fue abolida. Cientos de
miles de campesinos pobres fueron librados de una muerte segura. A unas 100.000
familias se les dieron títulos de propiedad sobre tierras. Se construyeron dos
mil escuelas. Una notable campaña educativa redujo el analfabetismo en el país
a menos de una séptima parte. Se establecieron una educación y un servicio de
salud gratuitos. La mortalidad infantil se redujo en una tercera parte. La
polio fue erradicada.
Los Estados Unidos denunciaron estos logros como una subversión marxista/leninista.
Desde el punto de vista del gobierno de los Estados Unidos, se estaba
estableciendo un ejemplo peligroso. Si a Nicaragua se le permitía fijar normas
básicas de justicia social y económica, si se le permitía incrementar los
niveles de salud y educación y alcanzar una unidad social y un respeto nacional
propio, los países vecinos se plantearían las mismas cuestiones y harían lo
mismo. En ese momento había por supuesto una feroz resistencia al status quo en
el Salvador.
He hablado anteriormente de "un entramado de mentiras" que nos rodea.
El presidente Reagan describía habitualmente a Nicaragua como un "calabozo
totalitario". Esto fue aceptado de forma general por los medios, y por
supuesto por el gobierno británico, como un comentario acertado e imparcial.
Pero lo que ocurre es que, bajo el gobierno sandinista, no estaba documentada
la existencia de escuadrones de la muerte. No había constancia de torturas. No
estaba probada la existencia de una brutalidad sistemática u oficial por parte
de los militares. Ningún sacerdote fue asesinado en Nicaragua. De hecho, había
tres sacerdotes en el gobierno, dos jesuitas y un misionero Maryknoll. Los
calabozos totalitarios estaban en realidad muy cerca, en El Salvador y en
Guatemala. Los Estados Unidos habían hecho caer en 1954 al gobierno elegido
democráticamente en Guatemala y se calcula que unas 200.000 personas habían
sido víctimas de las sucesivas dictaduras militares.
Seis de los más eminentes jesuitas del mundo fueron asesinados brutalmente en
la Universidad de Centro América en San Salvador en 1989 por un batallón del
regimiento Alcatl entrenado en Fort Benning, Georgia, USA. Un hombre
extremadamente valiente, el arzobispo Romero, fue asesinado mientras se dirigía
a la gente. Se calcula que murieron 75.000 personas. ¿Por qué fueron
asesinadas? Fueron asesinadas porque creían que una vida mejor era posible y
que debía conseguirse. Esta creencia los convirtió de forma inmediata en
comunistas. Murieron porque se atrevieron a cuestionar el statu quo, la interminable
situación de pobreza, enfermedad, degradación y opresión que habían recibido
como herencia.
Los Estados Unidos finalmente hicieron caer el gobierno Sandinista. Tardaron
varios años y hubo una resistencia considerable, pero una persecución económica
implacable y 30.000 muertos al final minaron la moral del pueblo nicaragüense.
Exhaustos y condenados a la pobreza una vez más. Los casinos volvieron al país,
la salud y la educación gratuita se acabaron. Las grandes empresas volvieron en
mayor número. La 'Democracia' había prevalecido.
Pero esta 'política' no se limitó, de ninguna manera, a Centroamérica. Se
realizó a lo largo y ancho del mundo. No tenía final. Y ahora es como si nunca
hubiese sucedido.
Los Estados Unidos apoyaron y en algunos casos crearon todas las dictaduras
militares de derechas en el mundo tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
Me refiero a Indonesia, Grecia, Uruguay, Brasil, Paraguay, Haití, Turquía,
Filipinas, Guatemala, El Salvador, y, por supuesto, Chile. El horror que los Estados
Unidos infligieron a Chile en 1973 no podrá ser nunca purgado ni olvidado.
Cientos de miles de muertes tuvieron lugar en todos estos países. ¿Tuvieron
lugar? ¿Son todas esas muertes atribuibles a la política exterior
estadounidense? La respuesta es sí, tuvieron lugar y son atribuibles a la
política exterior estadounidense. Pero ustedes no lo sabrían.
Esto nunca ocurrió. Nunca ocurrió nada. No ocurrió ni siquiera mientras estaba
ocurriendo. No importaba. No era de interés. Los crímenes de Estados unidos han
sido sistemáticos, constantes, inmorales, despiadados, pero muy pocas personas
han hablado de ellos. Esto es algo que hay que reconocerle a los Estados
Unidos. Han ejercido su poder a través del mundo sin apenas dejarse llevar por
las emociones mientras pretendían ser una fuerza al servicio del bien
universal. Ha sido un brillante ejercicio de hipnosis, incluso ingenioso, y ha
tenido un gran éxito.
Os digo que Estados Unidos son sin duda el mayor espectáculo ambulante. Pueden
ser brutales, indiferentes, desdeñosos y bárbaros, pero también son muy
inteligentes. Como vendedores no tienen rival, y la mercancía que mejor venden
es el amor propio. Es un gran éxito. Escuchen a todos los presidentes de
Estados Unidos en la televisión usando las palabras, “el pueblo americano”,
como en la frase, “Le digo al pueblo americano que es la hora de rezar y
defender los derechos del pueblo americano y le pido al pueblo americano que
confíe en su presidente en la acción que va a tomar en beneficio del pueblo
americano”.
Es una estratagema brillante. El lenguaje se usa hoy en día para mantener
controlado al pensamiento. Las palabras “el pueblo americano” producen un cojín
de tranquilidad verdaderamente sensual. No necesitas pensar. Simplemente échate
sobre el cojín. El cojín puede estar sofocando tu inteligencia y tu capacidad
crítica pero es muy cómodo. Esto no funciona, por supuesto, para los 40
millones de personas que viven bajo la línea de pobreza y los dos millones de
hombres y mujeres prisioneras en los vastos “gulags” de las cárceles, que se
extienden a lo largo de todo Estados Unidos.
Estados Unidos ya no se preocupa por los conflictos de baja intensidad. No ven
ningún interés en ser reticentes o disimulados. Ponen sus cartas sobre la mesa
sin miedo ni favor. Sencillamente les importan un bledo las Naciones Unidas, la
legalidad internacional o el desacuerdo crítico, que juzgan impotentes e
irrelevantes. Tienen su propio perrito faldero acurrucado detrás de ellos, la
patética y supina Gran Bretaña.
¿Qué le ha pasado a nuestra sensibilidad moral? ¿La hemos tenido alguna vez?
¿Qué significan estas palabras? ¿Se refieren a un término muy raramente
utilizado estos días, conciencia? ¿Una conciencia para usar no sólo con
nuestros propios actos sino para usar también con nuestra responsabilidad
compartida en los actos de los demás? ¿Está todo muerto? Mirad Guantánamo.
Cientos de personas detenidas sin cargos a lo largo de tres años, sin
representación legal ni un juicio conveniente, técnicamente detenidos para
siempre. Esta estructura totalmente ilegal se mantiene como un desafío a la
convención de Ginebra. Esto no es sólo tolerado sino que es difícilmente
planteado por lo que se llama 'la comunidad internacional'. Esta atrocidad
criminal la comete un país, que se declara a sí mismo 'el líder del mundo
libre'. ¿Pensamos en los habitantes de la bahía de Guantánamo? ¿Qué es lo que
dicen los medios? Lo reseñan ocasionalmente – una pequeña mención en la página
seis. Ellos han sido consignados a una tierra de nadie de la que, por cierto,
puede que nunca regresen. En la actualidad muchos están en huelga de hambre,
alimentados a la fuerza, incluidos los residentes británicos. No hay sutilezas
en estos procesos de alimentación. Ni sedaciones ni anestésicos. Solo un tubo
insertado en tu nariz y dentro de tu garganta. Tú vomitas sangre. Esto es
tortura. ¿Qué ha dicho la secretaria británica de Exteriores sobre esto? Nada.
¿Qué ha dicho el primer ministro británico sobre esto? Nada ¿Por qué no? Porque
los Estados Unidos han dicho: criticar nuestra conducta en la bahía de
Guantánamo constituye un acto poco amistoso. O estáis con nosotros o contra
nosotros. Así que Blair se calla.
La invasión de Irak ha sido un acto de bandidos, un evidente acto de terrorismo
de estado, demostrando un desprecio absoluto por el concepto de leyes
internacionales. La invasión fue una acción militar arbitraria basada en una
serie de mentiras sobre mentiras y burda manipulación de los medios y, por
consiguiente, del público; un acto con la intención de consolidar el control
económico y militar de Estados Unidos sobre Oriente Medio camuflado –como último
recurso, todas las otras justificaciones han caído por ellas mismas– como una
liberación. Una formidable aseveración de la fuerza militar responsable de la
muerte y mutilación de cientos y cientos de personas inocentes.
Hemos traído tortura, bombas racimo, uranio empobrecido, innumerables actos de
muerte aleatoria, miseria, degradación y muerte para el pueblo Iraquí y lo
llamamos “llevar la libertad y la democracia a Oriente Medio”
¿Cuánta gente tienes que matar antes de ser considerado un asesino de masas y
un criminal de guerra? ¿Cien mil? Más que suficiente, habría pensado yo. Por
eso es justo que Bush y Blair sean procesados por el Tribunal Penal
Internacional. Pero Bush ha sido listo. No ha ratificado el Tribunal Penal
Internacional. Por eso si un soldado o político americano es arrestado, Bush ha
advertido que enviaría a los marines. Pero Tony Blair ha ratificado el Tribunal
y por eso se le puede perseguir. Podemos proporcionarle al Tribunal su
dirección si está interesado. Es el número 10 de Downing Street, Londres.
La muerte en este contexto es irrelevante. Ambos, Bush y Blair, colocan la
muerte bien lejos, en los números atrasados. Al menos 100.000 iraquíes murieron
por las bombas y misiles americanos antes de que la insurgencia iraquí
empezase. Estas personas no existen ahora. Sus muertes no existen. Son espacios
en blanco. Ni siquiera han sido registrados como muertos. "No hacemos
recuento de cuerpos", dijo el general americano Tommy Franks.
Al inicio de la invasión se publicó en la portada de los periódicos británicos
una fotografía de Tony Blair besando la mejilla de un niño iraquí. "Un
niño agradecido", decía el pie de foto. Unos días después apareció una
historia con una fotografía, en una página interior, de otro niño de cuatro
años sin brazos. Su familia había sido alcanzada por un misil. Él fue el único
superviviente. "¿Cuándo recuperaré mis brazos?", preguntaba. La
historia desapareció. Bien, Tony Blair no lo tenía en sus brazos, tampoco el
cuerpo de ningún otro niño mutilado, ni el de ningún cadáver ensangrentado. La
sangre es sucia. Ensucia tu camisa y tu corbata cuando te encuentras dando un
discurso sincero en televisión.
Los 2000 americanos muertos son una vergüenza. Son transportados a sus tumbas
en la oscuridad. Los funerales son discretos, fuera de peligro. Los mutilados
se pudren en sus camas, algunos para el resto de sus vidas. Así los muertos y
los mutilados se pudren, en diferentes tipos de tumbas.
He aquí un extracto del poema de Pablo Neruda: 'Explico Algunas Cosas':
Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños
Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!
Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!
Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.
Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
Quisiera dejar claro que citando el poema de Neruda no estoy comparando de
ninguna manera la República Española con el Irak de Saddam Hussein. Cito a
Neruda porque en ningún otro sitio de la lírica contemporánea leí una
descripción más insistente y cierta del bombardeo contra civiles.
He dicho antes que los Estados Unidos están ahora siendo totalmente francos
poniendo las cartas sobre la mesa. Éste es el caso. Su política oficial es hoy
en día definida como 'Dominio sobre todo el espectro'. Ése no es mi término, es
el suyo. 'Dominio sobre todo el espectro' quiere decir control de la tierra,
mar, aire y espacio y todos sus recursos.
Los Estados Unidos ahora ocupan 702 bases militares a lo largo del mundo en 132
países, con la honorable excepción de Suecia, por supuesto. No sabemos muy bien
como han llegado a estar ahí pero de hecho están ahí.
Los Estados Unidos poseen ocho mil cabezas nucleares activas y utilizables. Dos
mil están en sus disparaderos, alerta, listas para ser lanzadas 15 minutos
después de una advertencia. Están desarrollando nuevos sistemas de fuerza
nuclear, conocidos como 'destructores de búnkeres'. Los británicos, siempre
cooperativos, están intentando reemplazar su propio misil nuclear, Trident. ¿A
quién, me pregunto, están apuntando? ¿A Osama Bin Laden? ¿A ti? ¿A mí? ¿A mi
vecino? ¿China? ¿París? Quién sabe. Lo que sí sabemos es que esta locura
infantil -la posesión y uso en forma de amenazas de armas nucleares- constituye
el meollo de la actual filosofía política de Estados Unidos. Debemos
recordarnos a nosotros mismos que Estados Unidos está en una continua misión
militar y no muestra indicios de aminorar el paso.
Muchos miles, sino millones, de personas en los propios Estados Unidos están
demostrablemente asqueadas, avergonzadas y enfadadas por las acciones de su
gobierno, pero, tal y como están las cosas, no son una fuerza política
coherente, todavía. Pero la ansiedad, la incertidumbre y el miedo que podemos
ver crecer cada día en los Estados Unidos no es probable que disminuya.
Sé que el presidente Bush tiene algunos escritores de discursos muy competentes
pero quisiera prestarme voluntario para el puesto. Propongo el siguiente
discurso breve que él podría leer en televisión a la nación. Le veo solemne,
con el pelo cuidadosamente peinado, serio, confiado, sincero, frecuentemente
seductor, a veces empleando una sonrisa irónica, curiosamente atractiva, un
auténtico macho.
"Dios es bueno. Dios es grande. Dios es bueno. Mi dios es bueno. El Dios
de Bin Laden es malo. El suyo es un mal Dios. El dios de Saddam también era
malo, aunque no tuviera ninguno. Él era un bárbaro. Nosotros no somos bárbaros.
Nosotros no decapitamos a la gente. Nosotros creemos en la libertad. Dios
también. Yo no soy bárbaro. Yo soy el líder democráticamente elegido de una
democracia amante de la libertad. Somos una sociedad compasiva. Electrocutamos
de forma compasiva y administramos una compasiva inyección letal. Somos una
gran nación. Yo no soy un dictador. Él, sí. Yo no soy un bárbaro. Él, sí. Y
aquel otro, también. Todos lo son. Yo tengo autoridad moral. ¿Ves mi puño? Esta
es mi autoridad moral. Y no lo olvides"
La vida de un escritor es extremadamente vulnerable, apenas una actividad
desnuda. No tenemos que llorar por ello. El escritor hace su elección y queda
atrapado en ella. Pero es cierto que estás expuesto a todos los vientos, alguno
de ellos en verdad helados. Estás solo, por tu cuenta. No encuentras refugio,
ni protección -a menos que mientas- en cuyo caso, por supuesto, te habrás
construido tu propia protección y, podría decirse, te habrás vuelto un
político.
Me he referido un par de veces esta tarde a la muerte. Voy a citar ahora un
poema mío llamado "Muerte"
¿Dónde se halló el cadáver?
¿Quién lo encontró?
¿Estaba muerto cuando lo encontraron?
¿Cómo lo encontraron?
¿Quién era el cadáver?
¿Quién era el padre o hija, o hermano
o tío o hermana o madre o hijo
del cadáver abandonado?
¿Estaba muerto el cuerpo cuando fue abandonado?
¿Fue abandonado?
¿Quién lo abandonó?
¿Estaba el cuerpo desnudo o vestido para un viaje?
¿Qué le hizo declarar muerto al cadáver?
¿Fue usted quien declaró muerto al cadáver?
¿Cómo de bien conocía el cadáver?
¿Cómo sabía que estaba muerto el cadáver?
¿Lavó el cadáver?
¿Le cerró ambos ojos?
¿Enterró el cuerpo?
¿Lo dejó abandonado?
¿Le dio un beso al cadáver?
Cuando miramos un espejo pensamos que la imagen que nos ofrece es exacta. Pero
si te mueves un milímetro la imagen cambia. Ahora mismo, nosotros estamos
mirando un círculo de reflejos sin fin. Pero a veces el escritor tiene que
destrozar el espejo -porque es en el otro lado del espejo donde la verdad nos
mira a nosotros.
Creo que, a pesar de las enormes dificultades que existen, una firme
determinación, inquebrantable, sin vuelta atrás, como ciudadanos, para definir
la auténtica verdad de nuestras vidas y nuestras sociedades es una necesidad
crucial que nos afecta a todos. Es, de hecho, una obligación.
Si una determinación como ésta no forma parte de nuestra visión política, no
tenemos esperanza de restituir lo que casi hemos perdido - la dignidad como
personas."
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