Cuenta Julián Gállego (1919 – 2006) en su obra “Visión y símbolos en la pintura española del
Siglo de Oro” (1972), que la importancia de esta pintura radica en
presentar un concepto lo suficientemente homogéneo y peculiar como para que
quepa hablar de una escuela, única y diferenciada del resto, tanto desde el
punto de vista temporal como espacial. Al final de las tropecientas páginas
repletas de anécdotas, citas, datos y chascarrillos, llegamos a la conclusión
de que los pintores españoles del XVII se caracterizan por representar, a
través de diversos medios, la idea de lo trascendente envolviéndolo en una
pintura supuestamente realista que en realidad es una clara referencia a algo
mucho más profundo. ¡Mira tú si es sencilla la conclusión xé! En un
parrafito he resumido la idea plasmada por el viejo profesor en su opus
magnum. Y es que, para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Pero el
hombre necesitaba mostrarnos sus inabarcables conocimientos artísticos y su don
para enlazar palabras. O eso o la editorial le pagaba por número de páginas,
cuestión esta que explicaría mogollón de cosas.
No es que dude de la erudición de este prestigioso intelectual aragonés, considerado
de forma unánime como un maestro en la crítica de arte, siendo además miembro
de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y formando parte
del Consejo Científico del Museo del Prado. Lo que cuestiono es su
capacidad para transmitir conocimientos, aspecto este que no se consigue con un
simple volcado de infinitos datos sobre las páginas de un libro o vomitando
palabros ininteligibles ante una audiencia de aspirantes a historiador o meros
interesados en la cosa artística. Y es que todo el conocimiento acumulado por
don Julián nos es presentado en su libro a través de un finísimo hilo conductor que hace
que nos perdamos cada dos párrafos. Y así no se puede. Encima el lenguaje es de
un barroquismo que echa para atrás. Vaya, que me sabe mal decirlo, pero el
librito de marras es una joya. Lamento tener que expresarlo así, con el cadáver del viejo
profesor aún fresco. Así pues, tan solo desearle a don Julián Gállego que descanse en
paz. Al menos tanto como yo he descansado después de terminarme semejante
ladrillo. ¡¡¡La hostia puta!!!
Nada recomendable. Ni aunque te obligue algún profe de la carrera. Hay otras maneras
de aprender que no resultan tan perjudiciales para tu salud.
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