Reconozco
que no soy yo muy de leer best sellers. Y no porque me considere parte
de alguna elite intelectual que considera un sacrilegio acercarse a la
literatura de masas –más quisiera-. Tampoco creo que todo aquello que triunfa a
gran escala es necesariamente malo. Es más sencillo que todo eso. En primer
lugar está el tema de la pasta. Cualquier superventas literario viene publicado
por alguna editorial tipo Anagrama o Seix Barral y en edición
rústica, por lo que el librito suele tener un coste por encima de los veinte
lereles. Teniendo en cuenta la cantidad de libros que compro al año, salvo
que tenga confianza ciega en el autor –hablemos de un McCarthy, por ejemplo-,
no estoy dispuesto a soltar, así por las buenas, tamaño estipendio. En segundo
lugar está el escaso rigor en las campañas de marketing que
las editoriales utilizan para promocionar sus nuevos lanzamientos. Y es que tras
varios chascos, prefiero desconfiar de esos cientos de obras maestras que año tras
año nos depara el panorama editorial… Y no me hagáis volver sobre el tema de
los putos “Pilares de la Tierra” por favor…
Con todo, durante estos gélidos días me he visto dándole una oportunidad a
Muriel Barbery y a “La elegancia del erizo”. Un libro que, os he de reconocer,
no me ha disgustado del todo pese a lo que ahora os contaré. Incluyendo un
efectista final rayano en lo absurdo. Ojalá que la adaptación cinematográfica
que ya se anuncia a bombo y platillo, cuente con un director y/o guionista
valiente, capaz de rectificarlo. Con todo, la gracia de esta historia tan
francesa, reside en sus dos personajes principales. Renée, una portera de un
acomodado bloque de apartamentos de París y Paloma, la hija pequeña de una
familia burguesa que habita en el inmueble. A través de las reflexiones de
ambas, siempre por separado, Barbery nos ofrece una exaltación a la belleza de
las personas que nos rodean y una crítica mordaz a la burguesía francesa, de la
cual ambas, aunque de diferente forma y en distinto grado, son esclavas.
¿Cuál
es el problema? Pues que todo resulta un
tanto artificioso. El personaje de la portera es increíble, por muy de acuerdo
que uno esté en que no hay que dejarse guiar por las apariencias para juzgar a
las personas. Y la inteligencia de Paloma reside en una dosis de escepticismo
cínico y existencialista que se antoja demasié para una niña de esa edad.
De hecho acaba resultando una sabihonda que desprecia y critica todo cuanto la
rodea. Eso por no hablar del cúmulo de reflexiones a cada cual más pedantes. O
la ridícula glorificación de todo lo que tenga que ver con el Imperio del Sol
Naciente.
Pero
vaya, aunque parezca contradictorio y seguramente lo sea, “La elegancia del
erizo” me ha resultado una lectura entretenida. Incluso amable. Con
algunos episodios brillantes en los que la Barbery logra que nos creamos aquello
de que es posible alcanzar la felicidad gracias a la amistad, el amor o el
arte. Aparte de que algunas de sus críticas, siempre en plan destroy,
resultan descacharrantes. También hay que reconocerle a la autora que está
razonablemente bien escrito. Si bien el estilo, a veces, resulta innecesariamente
sobrecargado y algunos párrafos transitan entre lo farragoso y lo estomagante.
Como probablemente sabréis, Muriel Barbery es una profesora de filosofía que se ha
convertido en la revelación literaria en Francia, galardonada por esta novela
con el Premio de los Libreros y situándose como una de las escritoras
preferidas por crítica y público. Parece que aquí en España va por idéntico
camino. O en Italia, como pude comprobar en un reciente viaje. Veremos cómo
evoluciona el fenómeno. Y la autora, claro está.
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