Praga
es una ciudad maravillosa y cualquiera que la haya visitado estará de acuerdo
conmigo. Una de las cosas que más me gusta de ella es que está repleta de
edificios horadados por bocas a pie de calle, que dan paso a galerías y
pasillos que a su vez enlazan con preciosos patios interiores. Y es que más
allá de las cien torres por las que se la conoce, la capital checa es un gigantesco
queso Gruyere por cuyos agujeros hay que meterse sin temor. La visita a
estos escondidos rincones debe formar parte de cualquier viaje a la capital checa,
tanto o más que la Catedral de San Vito, el puente de Carlos o el antiguo cementerio judío. Si no, te estarás perdiendo parte de su encanto e identidad. Y por supuesto cosas como este maravilloso San Wenceslao con el que ilustro
la entrada. Porque si os he contado todo este rollo ha sido para enlazar con la
figura del siempre polémico David Cerny. El más importante artista
checo contemporáneo y a quien debemos esta peculiar visión del patrón de los
checos, representado sobre su caballo muerto y colgado por las patas.
Encontré la estatua casi por casualidad durante mi segunda vez en Praga, hace
ya unos añitos. Justo en uno de esos pasajes a los que me he referido al
comienzo. Concretamente el Lucerna, frente a un cine que alguien me
comentó que pertenecía a la familia del Presidente Vaclav Klaus. Es gracioso
porque Cerny se ha referido en numerosas ocasiones al actual presidente calificándolo de cretino integral, achacándole poca visión de futuro y cierta dosis de
euro escepticismo nada beneficioso para el devenir de su país. De ahí que el
emplazamiento del santo no parezca fruto del azar. Tampoco es casualidad que se
encuentre tan cerca de la Plaza de Wenceslao, donde está la estatua
original de Josef Václav Myslbek con el caballo correctamente instalado.
Pero si menciono a David Cerny justo ahora, es por la polémica en torno a la escultura “Entropa” -sobre estas líneas- de la que es coordinador y también financiador. Un trabajo conjunto de
veintisiete artistas de todos los estados miembros de la UE, quienes han
diseñado una obra en relieve centrándose en los estereotipos o prejuicios
nacionales. El resultado es el mapa deconstruido que se exhibe desde
esta semana en el edificio Justus Lipsius de Praga. En el
lugar que albergará las reuniones de ministros de los Veintisiete mientras
dure la presidencia checa de la UE.
Se trata de un inmenso collage en el que España ha sido
retratada por el barcelonés Ricardo Romeo, como un páramo cubierto de cemento
con una hormigonera en un extremo. Bulgaria está representada como un inodoro,
Francia está cubierta por una enorme pancarta que anuncia una huelga y el Reino
Unido ha desparecido del mapa europeo aludiendo a su tradicional euro
escepticismo cuando no anti europeísmo –que tal vez hubiera sido más adecuado
representarse como un Bobby practicándole una felación a un cowboy-.
A lo mejor los búlgaros tienen por lo que quejarse, no lo sé… O los italianos, simbolizados a través de un
enorme campo de fútbol en el cual los jugadores se masturban con el balón. Pero desde
luego que los españoles no tenemos nada que decir y menos aun aquellos que residimos en esta
parte del país bañada por el mar Mediterráneo. Allí dónde los Ortiz, los
Batalla o los Soler han instalado sus cuarteles y campan a sus anchas mientras
los políticos locales les hacen la ola.
Polémicas aparte, creo que el amigo Cerny es un artista notable. Con una obra
escultórica estimable al margen de lo aquí mostrado. Muy kafkiana,
eso sí. De forma que sus instalaciones calzan como un guante en diferentes rincones de la antigua
capital de Bohemia. Además estoy muy de acuerdo con la imagen que de su Presidente tiene. Un imbécil e ignorante que confío no resulte tan peligroso como se esfuerza en aparentar.
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