Hace tiempo que quería
escribir sobre este disco, una de las mejores adquisiciones –sino la mejor- que
hice durante mi reciente (+ o -) periplo californiano. Se trata del álbum “Made
the harbor” y viene firmado por la banda femenina Mountain man, un trío de Vermont que se presenta ante nosotros con éste, su
primer y maravilloso disco, y que no tiene nada que ver con la otra banda de hardcoretas de idéntico nombre. ¡Gracias
a Dios!
El
disco se editó a mediados de este año que agoniza, y viene a ser una suerte de country-folk feérico cantado a capella por tres chicas llamadas Molly Erin Sarle, Alexandra Sauser-Monnig y
Amelia Randall Meta. Una obra
desnuda que se presenta sin casi adornos ni instrumentación y
en la que destacan sobremanera los preciosos juegos de voces, de los que
participan todas ellas.
El disco se abre con la
deliciosa “Buffalo”, con la que le dan a uno ganas de ir a esa mierda de ciudad
conocida por ser el lugar de nacimiento de Vincent Gallo (apunte para
LAPOR… je je je) y poco más. Después
viene “Animal Tracks”, el hit single (si
es que se puede extraer un sencillo de un álbum tan compacto como éste). Se
trata de la canción por la que conocí a estas sirenas, gracias a una
recomendación vía Facebook de un
conocido residente en la otra parte del mundo. Sin embargo mi favorita del
disco es “My heron”, eso sí, en dura pugna con “Loon song”, delicioso corte que
tiene la capacidad de ponerme melancólico cada vez que lo escucho… y que me
recuerda en algo a Sigur Rós. Con “Mouthwings”,
“Soft skin” y “Honeybee” me pasa que creo estar inmerso en alguna ceremonia de la Iglesia Celta. Justo
en el preludio de una misa oficiada por el Padre Edwards (David Eugene para más señas). “How’m I doin” también evoca ritos religiosos, pero con una cadencia más
propia del gospel (Podría formar
parte de la banda sonora de “O’Brother”). Luego van “Dog song”, o el día que Bonnie “Prince” Billy se puso a
cantar con voz de ninfa, “Arabella”, “Sewee sewee” (otra de mis favoritas), “Babylon”
(Que no sé porqué, pero asocio a los niños protagonistas de “La cinta blanca”
de Haneke) y por fin llegamos hasta “River song”, con la que se cierra el álbum.
Tiene esta última la virtud de entroncar perfectamente con el primer corte del
álbum. Con ello se cierra un círculo perfecto en lo musical, al cual podría
darle vueltas y más vueltas sin llegar nunca a aburrirme.
En
definitiva, “Made the harbor” es una
colección de trece cortes que resultan perfectos para estimular el alma y refugiarse
en lo más profundo de la mismidad… o para apaciguar los instintos secretos de
aniquilación total que embargan a todo ser humano después de un mal día (je je
je). Algo que, por cierto, también consigo escuchando los discos de Sun Kil Moon.
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PD. Si os lo queréis descargar lo buscáis por la web, está disponible al menos en Mediafire y Megaupload.
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