Tibor Takács es un húngaro que se fue a hacer las Américas con la
aspiración de entrar por la puerta grande en la Meca del cine. Es
evidente que no lo consiguió. El tío se especializó en la creación de una serie
B chusquera hasta decir basta, que sin embargo y de forma inexplicable, en algún momento alcanzó la categoría de cine de culto. Y es que está demostrado que cualquiera puede
ser un director de culto. Sólo depende del número de frikis,
adolescentes pajilleros y/o gafapastas que seas capaz de
camelarte. Con todo, a pesar del gran número de fans que
adoran sus primeras creaciones, la liturgia ha ido decayendo con el transcurrir de los años. Especialmente desde que el
director optó por introducirse en el mundillo de la televisión por cable. Entre sus últimos telefilmes destacan dos
engendros diarreicos del año 2007 como “Arañas Devoradoras” o “Megasnake”.
Sin duda un año negro para el mundo del celuloide. Con todo, tiene su gracia comparar esas cintas con la producción de Takács durante los ochenta -cuando rodó “La Puerta” o estas “Lecturas Diabólicas” de la que ahora hablaré- y apreciar una clara evolución a mucho peor. Y mira que era difícil...
La que para muchos es la obra maestra del artista de Budapest es precisamente “Lecturas
diabólicas”, de 1989. Una película protagonizada por los olvidables Clayton Rohner y Jenny Wright -una niña bastante apañá, habitual de
la serie B hasta que se quitó de en medio para suerte de amigos y
familiares a los que seguramente señalarían por la calle no sin motivos-.
Recuerdo vagamente haber visto la película a principios de los 90, en el mítico
programa “Noche de lobos”. Un espacio que, en los albores de Antena 3, se
dedicaba a emitir películas de terror buenas y no tan buenas. Pese a lo
dicho, yo y otros muchos le estaremos eternamente agradecidos a Joan Lluís
Goas por descubrirnos varias obras maestras del género. Pero bueno, vayamos
al tajo y hablemos de la peli en cuestión. La cosa va básicamente de una tipa muy rubita y
muy tontita, ávida lectora de novelitas de terror y crímenes. En
estas que, en la caótica librería en la que trabaja, encuentra un libro en el
cual un monstruo mitad hombre y mitad chacal, creación de un científico
demente, escapa y siembra el terror allá por donde va. Lógicamente impresionada,
decide indagar sobre la vida del autor y agotar su exigua bibliografía,
compuesta por ese y otro libro más. Esa segunda novela se titula “I,
madman” -el título original de esta porquería de peli- y tiene la
particularidad de trasladar los sucesos narrados a la vida real de
quien los lee. Y como es un libro de terror y va de un asesino en serie, pues
os podéis imaginar. Como encima la señorita esta liada con un inspector de la
policía, pues también sabréis a quien le encomiendan la investigación.
Vaya, un zurullo de dimensiones considerables. Pero
aquí este campeón, pese al mal recuerdo que tenía de la misma, se la papó por
segunda vez. Y eso se lo tengo que agradecer al tedio y también a los amigos de Ono, siempre
tan preocupados en darme acceso a joyitas ocultas del séptimo arte.
Ah! Y las
interpretaciones resultan espantosas, los efectos especiales son una puta mierda,
el maquillaje es digno de un club de Drag Queens y el montaje… ¿Lo qué? Pues
eso. De la fotografía “rica en matices” mejor no digo nada. Si comentaré que,
según he leído, la cinta fue concebida como una especie de homenaje al mundo del pulp.
En fin… Teniendo en cuenta que importantes maestros de lo macabro, como Robert Bloch o el mismísimo H. P. Lovecraft, dieron sus primeros pasos en este tipo de
revistas, menuda gracia les habría hecho. Suerte que están muertos.
Así
pues ya tenéis faena. A deslomarse buscando alguna copia de “Lecturas
diabólicas”, que el esfuerzo merece la pena...
Por
cierto, que no se me olvide comentar que el amigo Tibor también es responsable
de las pelis sobre “Sabrina la bruja adolescente”. Y es que me da en la nariz que a este
tío lo mismo le da chicha que limoná...
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