martes, 2 de junio de 2009

Al sur de la frontera, al oeste del Sol


Muchas reseñas de libros de Murakami comienzan con grandilocuencias del estilo “esta novela me cambió la vida”. Ese es el motivo por el que siempre me echó para atrás acercarme a la obra de este autor. No es un caso único, también he leído cosas similares en relación a novelas de otros autores que poco o nada tienen que ver con el japonés. Es el caso de mi admirado Cormac McCarthy, cuyo descubrimiento supuso un hito para el señor Resmes. Ahora, de ahí a afirmar que me cambió la vida hay un largo trecho. Cuento todo esto para introducir la última novela que me he leído y disfrutado, “Al sur de la frontera, al oeste del Sol”. La primera que devoro de este tokiota que, en poquísimo tiempo, ha pasado de ser un autor para minorías selectas, a un consumado facturador de best-sellers.

El libro nos habla del amor, la adolescencia y la renuncia. Su protagonista es el único hijo de una familia de clase media algo extraño en su comportamiento. A su clase llegará una niñita, hija única también, con la que entabla una relación de amistad. Pero cuando llega el momento de ir al instituto, sus caminos se separan y pierden todo contacto. El chaval crecerá, experimentará los típicos cambios de la adolescencia y mantendrá una relación frustrante con una primera novia a quien abandona causándole un daño irreparable. Años después, ya casado y con dos hijas, dueño de un par de locales de jazz en Tokio, se reencuentra con su amiga de la infancia y redescubre aquellos deseos y esperanzas que dejó pasar. Y aunque parece decidido a abandonarlo todo para recuperar la ilusión perdida, la cosa no es fácil por circunstancias que os podéis imaginar y otras que no pero no desvelaré. Y sí, ya me he dado cuenta que esto suena a folletín romántico a lo Corín Tellado, pero os aseguro que nada que ver. Es más, me parece una historia bellísima.
“Si te busco y no te hallo; si te pierdo y no me encuentro; si ando una ruta que no es la mía; si mi aliento no siente tu cuello; si no estamos construyendo juntos una vida en común, entonces, ¿de qué sirve estar vivo?”

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PD. Es obvio que “Al sur de la frontera, al oeste del Sol” no me ha cambiado la vida, pero repetiré con Haruki. Es bien.

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