Me
acabo de terminar una colección de dieciocho relatos firmados por Horacio
Quiroga, quien, no os voy a engañar, no es Santo de mi devoción. Este cuentista,
dramaturgo y poeta uruguayo – argentino es considerado como el maestro del
cuento latinoamericano y el padre literario de todo un Premio Nobel como Gabriel García Márquez , lo cual no es poca cosa. Sin
embargo, a mi no me ha acabado de gustar. Precisando lo anterior, no es que no
me acabe, es que muchos de sus cuentos, directamente, no me gustan nada. Independientemente
de si son de su etapa inicial, la de niño bien de provincias, más bien
romántico, y que lo entroncan con el universo Poe, como si se trata de sus últimas creaciones, escritas
a la vez que ejercía de barbudo pionero en la provincia de Misiones (Argentina),
sufriendo los rigores de la selva y sirviéndose de ellos para elaborar sus
historias.
Precisamente
de esta última época son aquellos cuentos que le otorgaron un mayor reconocimiento.
Relatos breves de mensúes y plantaciones de yuca, de desarrapados e hidalgos
que dieron con sus huesos en los territorios más inhóspitos de la Argentina. Esos en
los que la naturaleza se erige como principal protagonista, como enemiga del
ser humano bajo rasgos temibles y horrorosos. No es casual, la vida de Horacio Quiroga
estuvo marcada por la tragedia, con accidentes de caza y suicidios de por medio, incluyendo el suyo
propio en un Hospital bonaerense y tras conocer que padecía cáncer de estómago.
Esa circunstancia queda reflejada tanto en su forma de escribir como en los
temas sobre los que escribe. Raro es el cuento en el cual no veamos reflejada
la vida de su autor en algún pasaje o escenario real. Un aspecto éste que
desconocería, de no ser por las interesantes notas a píe de página que incluye
la versión de los “Cuentos” de la editorial Cátedra : Letras Hispánicas.
Antes
he dicho que muchos de los cuentos no me gustan nada. Pues bien, tengo que ser
justo, también los hay que me agradan e incluso mucho. Sobretodo aquellos con
los que se abre y cierra la edición que yo me he leído. Como los dos primeros incluidos
en “Cuentos de amor de locura y de muerte”, publicados originalmente en 1918 y que están en la onda de las
“Narraciones Extraordinarias” de Edgar Allan Poe. También me parece muy bueno
el que les sigue y que se titula “A la deriva”, si bien no tiene nada que ver ni
en la forma ni en la temática, tratándose de un relato de corte naturalista. Ahora,
si he elegir uno, me quedo con el que cierra el libro: “El hijo”, el más
estremecedor de todos ellos. Muy logrado el desasosiego de ese padre, claramente
reflejo del propio autor, que sufre por los peligros que acechan a su hijo en
la selva, en donde ambos conviven. Muy bueno y con un final cojonudo. Pese a
todo lo cual, insisto en lo dicho al comienzo… no he logrado que la prosa de
don Horacio me cautive.
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