Como ya dije en un post anterior, la semana pasada fue bastante
penosa para mí. Y como colofón, ayer mismo se produjo el
tristísimo cierre de los Cines Albatros.
Un sitio en el cual he pasado grandes momentos y que me ha dado a conocer a gentes como
Fernando Meirelles, Roberto Begnini, Michael Haneke, Hayao Miyazaki o Aki
Kaurismaki, por poner sólo unos pocos ejemplos. Un sitio al que iba con
asiduidad, ya que, una de cada dos veces en las que me apetecía ver alguna película acababa en
los Albatros. Encima es el cine que tenía más próximo a mi
domicilio, con lo cual, cada vez que tenía el día tonto y decidía refugiarme de
la realidad circundante, terminaba allí metido. En
fin, que ayer fue el último día de vida para los Cines Albatros… y que suena raro… hasta muy raro. Lo dicho, mierda de
semana!!!
El cierre ha pasado casi
desapercibido para gran parte de esta ciudad tan aficionada a los grandes fastos. También
es verdad que algunos cinéfilos valencianos ya se habían hecho eco del rumor,
luego confirmado, a través de sus blogs
y/o de grupos de Facebook. Lo que
pasa es que todos ellos, con alguna honrosa excepción, se han centrado en
criticar la clausura de esta mítica filmoteca con argumentos bastante absurdos,
pasando a convocar movilizaciones frente a la Sala para así presionar a los
propietarios y evitar lo inevitable. Una patochada de primer orden a la que,
obviamente, no me sumé. Si todos esos que se han apuntado a estas
manifestaciones hubiesen acudido regularmente al cine, otra gallo hubiera cantado.
Tan fácil como eso. Es cosa sabida que los Albatros
palmaban pasta desde hacía unos años y la incapacidad de remontar el vuelo es lo
que, a la fin y a la postre, ha ocasionado este trágico desenlace. Una auténtica
pena, porque quien pierde es Valencia. Y
mucho. La capi se queda sin uno de los escasos lugares en los que se ofrecía
una programación alternativa a la de los multicines de Centro Comercial. Esas
megasalas con pendientes dignas de la cordillera del Himalaya, en las que se
programan siempre el mismo tipo de películas, osease, naderías de tetas y culos, pelis de tiros y salsa de tomate,
dramas romanticotes protagonizados por Meg Ryan o Sandra Bullock, terror
japonés del palo o españoladas de escaso nivel muy del gusto del público
adolescente. En fin, que se pierde una opción cultural. Otra más. Y es que los Albatros siempre se caracterizaron por su
exquisita selección de largometrajes, con representación de casi todas las
filmografías del planeta, aunque prestando especial atención a las producciones hechas
en Europa.
Como
ya he dicho antes, no me uní al acto de protesta convocado para el domingo. Oficié
mi despedida de una forma menos crispada, acudiendo a ver una última película
el pasado viernes. La elección me la puso en bandeja un amigo, que me habló
maravillas de “Ciudad de vida y muerte”,
dirigida por el chino Lu Chuan. Y vaya manera de despedirse. Una peli cojonuda
en la que se nos cuenta como debió ser la masacre de Nanking al cargo de las
tropas del ejército imperial japonés, tras la caída de la por aquel entonces capital China, el 13 de diciembre de 1937. Se trata de un film coral en el cual la cámara
sigue el destino de varios personajes, algunos de los cuales son testimonios reales,
que luchan por sobrevivir entre el horror de la matanza indiscriminada. También veremos
como ese horror se apodera de los verdugos, algunos de los cuales se vuelven
locos, incapaces de asumirlo.
En
fin, una película que te pone los pelos de punta y que, curiosamente, pese a ser china, no responde
para nada al modelo de cine hecho por orientales. Una obra maestra que nada tiene que envidiar a las mejores
producciones de cine bélico.
Cuando
dentro de unos años recuerde los Cines
Albatros, lo haré con nostalgia y con muchísimo cariño, reconociendo todas
las horas de placer que me ha proporcionado. ¡Hasta el último momento!
Por eso agradezco que la despedida y cierre haya sido con esta fantástica producción china.
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