“Esto está relacionado con
el fenómeno de la Sonrisa Profesional, una pandemia nacional en la industria de
los servicios. Y en ninguna parte de mi experiencia he sido receptor de tantas
sonrisas profesionales como en el Nadir:
maîtres, jefes de camareros, subalternos de gerentes de hoteles, director
de crucero… Sus Sonrisas Profesionales se activan como interruptores a mi paso.
Pero también en tierra, en bancos, restaurantes, mostradores de venta de
billetes de avión, etcétera. Ya conocen esa sonrisa –la contracción enérgica
del cuadro circumoral con movimiento cigomático incompleto-, esa sonrisa que no
llega a los ojos del que sonríe y que no significa nada más que un intento
calculado de adelantarse a los intereses del que sonríe fingiendo que le cae
bien el objeto de la sonrisa. ¿Por qué los empresarios y gerentes obligan a los
profesionales de los servicios a irradiar la Sonrisa Profesional? ¿Soy el único
consumidor en quien dosis elevadas de esa sonrisa producen desesperación? ¿Soy
la única persona que está segura de que el número creciente de casos en que
gente de aspecto totalmente ordinario aparecen de pronto con armas automáticas
en centros comerciales, oficinas de seguros, complejos médicos y McDonald’s
guarda alguna relación con el hecho de que estos lugares son centros notorios
de difusión de la Sonrisa Profesional?
¿A quien creen que engañan
con la Sonrisa Profesional?
Y, sin embargo, ha llegado
un momento en que la ausencia de Sonrisa Profesional también causa desesperación. Cualquiera que haya comprado un
paquete de chicles en un estanco de Manhattan, o haya pedido que le pongan el
sello de frágil en una oficina de correos de Chicago, o que haya intentado que
una camarera del sur de Boston le dé un vaso de agua, conoce bien el efecto
devastador para el alma del ceño fruncido de un empleado que sirve al público,
es decir, la humillación y el resentimiento de que a uno le nieguen la Sonrisa
Profesional. Y a estas alturas, la Sonrisa Profesional ya ha eludido incluso mi
resentimiento hacia la Sonrisa Profesional: me alejo del estanco de Manhattan no
solamente resentido por el mal carácter o la falta de buena voluntad del
estanquero sino por su falta de profesionalidad
al negarme la Sonrisa. Menudo jaleo, coño.”
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David Foster Wallace – “Algo
supuestamente divertido que nunca volveré a hacer”.
Sabias palabras... Otra clase de sonrisa que merecería una reflexión sosegada es la sonrisa política, practicada con tanta asiduidad como descaro.
ResponderEliminarSí, entre la sonrisa y el bullshit político también montaríamos un buen post.
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