Hace
unos meses El País Semanal le
dedicaba unas páginas y creo recordar que también su portada, a la escritora
norteamericana Joyce Carol Oates. Siempre había querido leerme algo de ella, sobretodo
porque, según me contaban, la violencia es una constante en toda su obra. Hasta
el punto de que Oates es responsable de un ensayo no traducido al castellano que
se titula “Why is your writing so violent?”, además de un sugerente estudio sobre el deporte del boxeo
-“De Boxeo”-, editado en
castellano por la editorial Tusquets.
Aunque más que el artículo del EPS u otras referencias muy positivas leídas y oídas en prensa
y radio, lo que me hizo decidirme por coger una novela de Joyce Carol Oates
fueron los parabienes dedicados a su obra por parte de Dave Eggers. Igualmente, por
recomendación del creador de McSweeney’s escogí una de sus últimos
libros: “La hija del sepulturero”.
El
libro, extremadamente duro y con altas dosis de violencia y erotismo -principalmente
sugeridos-, nos cuenta la odisea vital de Rebecca Schwart, miembro más joven de
una familia de emigrantes alemanes que desembarcará en los EEUU huyendo de la
barbarie nazi. El padre, un profesor de instituto, es rebajado al único trabajo
al que tiene acceso, el de sepulturero y vigilante de cementerio de un poblacho
de la América profunda. Mientras que su madre, otrora una mujer culta
aficionada a la música clásica, acabará confinada en la descuidada casucha
familiar, incapaz de expresarse bien en inglés y por consiguiente de
comunicarse con los lugareños. Igualmente los dos hermanos de Rebecca, Herschel
y Gus, se convertirán en inadaptados cuando no directamente en delincuentes juveniles. El
caso es que presos de los prejuicios locales, pero también de la debilidad
emocional, al final serán víctimas de una terrible tragedia familiar. La única
que logrará escapar de aquello medio bien será Rebecca, que comenzará entonces
una sorprendente peregrinación que la obligará a reinventarse a sí misma.
La
verdad es que me ha gustado bastante, especialmente la primera parte, escrita
con muchísima garra y con una dureza inesperada. Sin desmerecer para nada al
conjunto, la última parte me parece inferior aunque necesaria. No desvelo nada,
pero lo que allí se cuenta y como se cuenta es consecuente con el sentido de la narración, el
testimonio íntimo de la resistencia de un individuo, Rebecca Schwart “la hija
del sepulturero”.
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