viernes, 8 de abril de 2011

La hija del sepulturero


Hace unos meses El País Semanal le dedicaba unas páginas y creo recordar que también su portada, a la escritora norteamericana Joyce Carol Oates. Siempre había querido leerme algo de ella, sobretodo porque, según me contaban, la violencia es una constante en toda su obra. Hasta el punto de que Oates es responsable de un ensayo no traducido al castellano que se titula “Why is your writing so violent?”, además de un sugerente estudio sobre el deporte del boxeo -“De Boxeo”-, editado en castellano por la editorial Tusquets. Aunque más que el artículo del EPS u otras  referencias muy positivas leídas y oídas en prensa y radio, lo que me hizo decidirme por coger una novela de Joyce Carol Oates fueron los parabienes dedicados a su obra por parte de Dave Eggers. Igualmente, por recomendación del creador de McSweeney’s escogí una de sus últimos libros: “La hija del sepulturero”.  

El libro, extremadamente duro y con altas dosis de violencia y erotismo -principalmente sugeridos-, nos cuenta la odisea vital de Rebecca Schwart, miembro más joven de una familia de emigrantes alemanes que desembarcará en los EEUU huyendo de la barbarie nazi. El padre, un profesor de instituto, es rebajado al único trabajo al que tiene acceso, el de sepulturero y vigilante de cementerio de un poblacho de la América profunda. Mientras que su madre, otrora una mujer culta aficionada a la música clásica, acabará confinada en la descuidada casucha familiar, incapaz de expresarse bien en inglés y por consiguiente de comunicarse con los lugareños. Igualmente los dos hermanos de Rebecca, Herschel y Gus, se convertirán en inadaptados cuando no directamente en delincuentes juveniles. El caso es que presos de los prejuicios locales, pero también de la debilidad emocional, al final serán víctimas de una terrible tragedia familiar. La única que logrará escapar de aquello medio bien será Rebecca, que comenzará entonces una sorprendente peregrinación que la obligará a reinventarse a sí misma.

La verdad es que me ha gustado bastante, especialmente la primera parte, escrita con muchísima garra y con una dureza inesperada. Sin desmerecer para nada al conjunto, la última parte me parece inferior aunque necesaria. No desvelo nada, pero lo que allí se cuenta y como se cuenta es consecuente con el sentido de la narración, el testimonio íntimo de la resistencia de un individuo, Rebecca Schwart “la hija del sepulturero”.

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