Si compré este libro, una
de mis dos únicas adquisiciones durante la pasada Feria del Libro de Valencia,
fue por un artículo aparecido en El Cultural. En el se hablaba de Robert Aickman en términos muy
elogiosos, calificándolo de escritor raro pero exquisito que dignifica un
género, el de la literatura fantástica, considerado por demasiados como menor. No
es mi caso, os lo aseguro y este blog así
lo atestigua. Siempre me ha hecho gracia eso de calificar a la literatura de
género, así en general, como literatura de poca calidad. Sobretodo porque, si por
alguna de aquellas, algún autor especializado en el terror, lo fantástico, la
novela de aventuras o lo extraño, cae en gracia a la crítica, su obra pasa a
ser desclasificada como de género para ser simplemente literatura con
mayúsculas.
En fin, que me acabo de leer los seis relatos que
componen “Cuantos de lo extraño” y quería comentarlo. Lo primero que he de
decir al respecto es que nunca un título estuvo mejor elegido y me explico. El
autor o el editor o quien sea que tuviera dotes de mando y capacidad de imponer
algo en este negocio, podría haber estado tentado en llamarlo “Cuentos de
terror” o “Relatos fantásticos” o “Historias de miedo” o something like that ya me entendéis, pero no. Eligió el adjetivo “extraño”
precisamente por ser el que mejor define lo que se nos cuenta. No es terror
propiamente dicho, ya que aquí lo sobrenatural es una mera intuición, una
sombra apenas esbozada, una fantasía, un presentimiento…no sé… pero al final
todo está tamizado y maravillosamente ambientado sin salirse de los cauces de
lo verosímil. Simplemente es raro y en muchas ocasiones chocante. Como bien
señala el artículo de El Cultural mencionado
al comienzo, lo extraño para
Aickman es una categoría estética que modifica nuestra percepción de la
realidad. Y ahí esta la clave, en ese discernimiento subjetivo que opera sobre
el lector. Es por ello que en todo momento el autor prescinda de tramas
truculentas o de los característicos escenarios lúgubres tan propios del género.
De los seis cuentos los que más me han gustado son el segundo y el último. “Los trenes” es la historia de dos
muchachas inglesas que deciden pasar unas vacaciones en sintonía con la
naturaleza. Para ello caminarán siguiendo el sentido de las vías del tren hasta
que dan con una misteriosa casa en la que habitan unos personajes cuando
menos peculiares. Aunque más desconcertante que tratar con los habitantes del
caserón, es ver como los conductores de los trenes con los que se cruzan les saludan
de acuerdo a extraños criterios. “En las entrañas del bosque”, relato con el
que se cierra la compilación, está ambientado en un sanatorio sueco especializado
en insomnes. Es posiblemente el más sobresaliente del libro y es en donde
mejor se aprecia la fascinación de Aickman por lo incomprensible. Y es que el
hombre tiene razón, no es necesario entenderlo todo.
Con todo y con eso os he
de decir que por culpa de las altas expectativas depositadas en el libro, me he
quedado un pelín decepcionado. Y es
que los otros cuatro cuentos, sin llegar a ser malos, son bastante inferiores a
estos dos. Bueno, siendo justos también he de salvar al primero titulado “El
vinoso ponto”. Y no porque me haya parecido la polla, sino por la fantástica evocación de los mitos y las visiones marinas tan del gusto de Sir Lawrence Alma-Tadema, uno de mis pintores favoritos de siempre.
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