Que
el mundo va a lo práctico, es evidente. Tendemos a resolverlo todo aplicando
criterios economicistas - viable o no viable-, utilitaristas y de
funcionalidad. Eso nos permite que vivamos vidas felices y despreocupadas –o
remedos de vidas felices y despreocupadas-, que al final de la corrida es lo
único que importa. Por el camino se ha perdido la ética del sacrificio y el
esfuerzo, antaño un valor y que ha acabado por convertirse en un lastre para
el hombre civilizado. Porque el hombre civilizado es un hombre práctico, libre
de ataduras morales. El hombre civilizado es el hombre de las soluciones
instantáneas y para ello en su cerebro se aglutinan desde aspectos provenientes
del darwinismo social, del “ande yo caliente…”, del horóscopo
estándar y/o chino, del noticiero de la noche (elija su cadena),
supersticiones y supercherías varias, pero sobretodo, infantilismo revestido de
madurez que le justifica a él mismo como centro de todas las cosas. El hombre
civilizado es tolerante por desinterés. No le importa nada, no le importa
nadie, tan sólo se interesa por si mismo, es por ello que se muestra de acuerdo
con todos mientras no se metan con él. Para el hombre civilizado lo moral es un
término que se susurra con vergüenza cuando se plantean soluciones en serio,
asociándolo a la candidez y a la falta de cerebro. Cuando el hombre civilizado
busca una solución, la encuentra al coste que sea y siempre maximizando sus
beneficios, independientemente de los criterios morales. Ojo, cuando hablo de moral
no me refiero a espiritualidad, ni a religiosidad, ni a mierdas por el estilo
que respeto, pero no comparto. Estoy hablando del conjunto de reglas por las
que se habría de regir la conducta de cualquier ser humano en concordancia con
la sociedad en la que vive y consigo mismo.
“Yo prefiero ser civilizado y así también me ahorro
el dolor de no serlo”, me dijeron
una vez. “Lo civilizado” como leitmotiv. Como principio y fin de todas las
cosas. Pues eso, venga, ¡seamos civilizados!, caiga quien caiga, haya en juego
lo que haya, al coste que sea, mientras nosotros estemos bien, ¡que reviente el
mundo! ¡Que arda Fukushima! Pero… ¿esta manera de ser civilizados, no conlleva
que seamos sujetos amorales? ¡No Sulo, tampoco lo flipes! Tan sólo somos un
hatajo de borregos asquerosamente civilizados, que vale, en ocasiones
empleamos pequeñas dosis de amoralidad, perooooo… todo sea por evitar el dolor de
no serlo. Probablemente también seamos un rato imbéciles, pero esa reflexión la
dejo para otro post.
Voy
a tomarme una cápsula de mesinfotina a ver si se me pasa. Eso o me pongo una cinta de Deepak Chopra y
así seguro que me relajo y acabo por ver las cosas de otra manera.
Ya lo decían Soziedad Alkoholika: Civilizaciooooooooooooooooooón Degeneraciooooooooooooooooooooón!!!
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