Así podríamos llamar a Corea del Norte, a tenor
de lo mostrado en el excelente reportaje “Amarás al líder sobre todas las cosas”, realizado por Jon
Sistiaga para el canal Cuatro. También es verdad que, si bien la idiosincrasia
del régimen dictatorial asiático resulta tan fascinante o más que la de
Esparta, la admiración por su cultura no se
acerca, ni de lejos, a la que aún en la actualidad existe por la lacónica.
El intrépido
reportero vasco, quien saltara a la fama con ocasión del asesinato de su compañero José Couso en Iraq, consiguió introducirse en la hermética República Popular Democrática de Corea haciéndose
pasar por artista. Y es que el acceso está vetado a periodistas occidentales aun
cuando pretendan hacer turismo. Es por eso que el documental se plantea en el
marco de un viaje organizado para turistas occidentales. Un grupo que debe estar
guiado en todo momento por unos siniestros personajes sin los cuales no se
puede ir a ninguna parte. Los mal-llamados guías, que en realidad son agentes
del gobierno encargados de controlar a los visitantes. Circunstancia que queda documentada
en el vídeo con la reprimenda que se lleva un inglés por salir sin
acompañamiento oficial a dar una vuelta por el perímetro del hotel. La cámara
de Sistiaga capta como se le amenaza con la expulsión inmediata si vuelve a obrar
así.
En poco
menos de una hora, Sistiaga nos muestra imágenes de Pyongyang y alrededores,
además de sonsacar algunas declaraciones a funcionarios del régimen que nos muestran
la realidad esquizofrénica del país. Una dictadura concentrada en cuerpo y alma
al ensalzamiento irracional de un líder, Kim Il Sung, sin escatimar gastos y
esfuerzos en la organización de espectaculares festejos coloristas de los que
participan miles de “voluntarios” a mayor gloria. El reflejo de ese desaforado
culto alcanza cotas de surrealismo con esa Biblioteca Nacional en donde se pueden
consultar los dieciocho mil libros escritos de su puño y letra por el supremo
líder. Lo que supondría escribir uno al día durante cuarenta y ocho años, vaya.
También en la prohibición de ponerse a hablar de espaldas ante un mural con las
efigies Kim Il Sung y de su predecesor en el cargo, su padre Kim Jong Il.
Vaya, que con este reportaje se confirma aquello de que en pleno siglo XXI aún pueden existir situaciones en las que un régimen totalitario sea capaz de mantener totalmente subyugado y aislado del mundo a una población entera. Encima con una intensidad tal que sus habitantes actúen como autómatas desprovistos de individualidad. Y somos espectadores de eso, de la deshumanización de los ciudadanos de Corea del Norte, viendo como gravitan por sus calles como almas en pena, siempre cautelosos de no desairar al padre de todos los norcoreanos. E impresiona.
Una de las cosas más curiosas que vemos en imágenes, es la aparición estelar de
una especie de coordinador de grupo que no es sino un admirador del régimen de
Pyongyang de nombre Alejandro Cao de Benós y natural de Reus. Señor que no
sabemos cómo ha aterrizado allí, pero que sigue a pies juntillas toda la
doctrina implantada por el
régimen, mintiendo a los turistas en todo lo necesario y más. También me parece
muy graciosa la aportación de los norcoreanos a la tradicional hoz y martillo
comunista, a los que añaden un pincel en el centro, queriendo ensalzar la labor
de los intelectuales en la conformación del régimen. Y eso que intelectuales no
vemos ni uno. Bueno sí, el escriba de los tropecientos mil libros antes
mencionados. Vaya, que con este reportaje se confirma aquello de que en pleno siglo XXI aún pueden existir situaciones en las que un régimen totalitario sea capaz de mantener totalmente subyugado y aislado del mundo a una población entera. Encima con una intensidad tal que sus habitantes actúen como autómatas desprovistos de individualidad. Y somos espectadores de eso, de la deshumanización de los ciudadanos de Corea del Norte, viendo como gravitan por sus calles como almas en pena, siempre cautelosos de no desairar al padre de todos los norcoreanos. E impresiona.
El caso es que el documento bien merece la pena. Es harto interesante y sería hasta divertido de no ser porque todo lo que cuenta es jodidamente real. Aquí os dejo el reportaje íntegro por si queréis verlo y sacar vuestras propias conclusiones:
Quien sí
se echó unas risas a costa del régimen fue el gran historietista canadiense Guy
Delisle. Plasmando sus estrambóticas vivencias y anécdotas en la capital
norcoreana en la afamada novela gráfica “Pyongyang” -de la que ya os hablé aquí mismito-.
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