miércoles, 15 de julio de 2009

Eric Röhmer es un brasas

"Mi noche con Maud" (1969)

Ya hace tiempo que el canal temático Cinematk viene anunciando, a bombo y platillo, que va a dedicarle un ciclo Eric Röhmer. Y no es que me parezca mal. Al fin y al cabo, cualquier tendencia debe tener cabida en un espacio televisivo como este, que tiene por objeto mostrar todas las sensibilidades cinematográficas y la obra de sus principales exponentes. Sin embargo no voy a mentiros, la obra del veterano director francés no me gusta nada. Pero nada de nada. Y me da igual que sea considerado un genio del séptimo arte. ¿Qué digo genio? Un Dios de la intelectualidad… Personaje venerado por cientos de miles de cinéfilos. De forma inexplicable, según yo lo veo, ya que no puedo entender como un tío tan pesao llega al alma de tanta gente. Un realizador monotema cuyas películas van siempre de lo mismo: esos amores y desamores de gente inteligente con angustia existencial. Por  no hablar de esas conversaciones en torno a los temas más banales que uno pueda imaginar. Es que ni fumándome un porro antes de verlas...

Vamos, que si uno se ha chamao buena parte de la filmografía del director francés, es precisamente para poder escribir posts como este. También para conversar con sus amigos cinéfilos, que también los tiene. Marcando el contrapunto en esas sesudas conversaciones sobre el gran cine que de tanto en tanto se dan y suelen acabar como ceremonias de masturbación colectiva en torno a la figura de algún Röhmer de la vida. Lo gracioso es el contexto de las mismas. Y es que se suelen dar en un bar, con botellines de San Miguel en la barra, la Cirsa atronando avances y el suelo lleno de palillos y servilletas de papel. No se me ocurre nada menos Röhmer que eso. 

En una de esas, un amiguete me soltó aquello de “como osas no reconocer la grandeza del maestro”. Pues mira...  Si no lo hago es porque su cine me parece insufrible. Porque dice menos de lo que pretende. Porque pasan los minutos y en pantalla apenas si ocurre algo. Porque todos los personajes van de súper inteligentes y mega sofisticados, pero no son más que una panda de capullos con problemas del primer mundo. Porque los actores -y me da igual que sean la Romand, la Rosette, la Rivière o el Pascal Greggory- son tipos muy anodinos. Porque su alabada simplicidad no es más que una memez supina. Porque la supuesta intelectualidad es mera impostura y porque lleva casi sesenta años rodando la misma puta película... En definitiva y parafraseando a Homer Simpson, porque viendo una cinta de Röhmer ¡¡¡me abuuurrooooo!!!

Vale sí, algo bueno debo reconocerle. Sobre todo en lo que hace a su labor como crítico cinematográfico. Destacando su trabajo como jefe de redacción de Cahiers du Cinema entre 1956 y 1963, junto a quien fuera uno de sus grandes maestros, André Bazin. Revista clave para entender el universo del celuloide y a la cual debemos la recuperación de figuras como John Ford o Alfred Hitchcock. De donde también surgieron Jacques Rivette, Chabrol, Resnais y por supuesto Truffaut. Aunque también es de su responsabilidad el éxito de otro brasas como Godard. Otro mérito de Röhmer es la creación en 1962 de la productora Les Films du Losangeun referente para el cine francés desde entonces.

Nada de eso borra que el Röhmer director sea un pesado de cojones. Y su cine, mal que le pese a la cinéfila afición, a los medios especializados y hasta a algunos de mis amigos, es una mierda pinchada en un palo. Bueno, quizás no tanto, pero sí aburre a las ovejas. Y a todos los seres humanos incluyéndote a ti, aunque lo niegues. Y como yo ni soy cinéfilo ni lo pretendo -si acaso soy un cinéfago- me puedo permitir decirlo así de claro.

Hala, Sulo fent amics…

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