El ushiro-nage de
Marchena a Raúl es, posiblemente, la polémica más friki que
uno recuerda en el siempre controvertido universo del balompié. Y mira que hay competencia. A poco que sigáis tamaño circo, recordareis no menos de cien ocasiones
en las que se lía la de Dios es Cristo por una decisión arbitral, una
declaración fuera de lugar o las palabritas de algún bocazas metido directivo. Sin embargo, en ningún otro caso -al menos que yo
me acuerde- una polémica tan vacía se vivió de forma tan enconada y estrambótica. Quizás el hecho de vivir en Valencia tenga algo que ver con esa percepción.
La cosa se fraguó un frío domingo de febrero del año 2004 en el estadio
Santiago Bernabéu. Allí se disputaba el partido estrella de la semana, que enfrentaba
al Real Madrid con el Valencia CF. Tras tropecientos años de
batacazos continuados, parecía que esta vez el equipo de mi ciudad iba a romper
su catastrófica estadística. Eso hasta el minuto 93, cuando Tristante Oliva -que
vaya nombrecitos tienen los árbitros- a instancias de su auxiliar, decretó
penalti en el área del Valencia. Una circunstancia que permitió a Figo marcar el
gol del empate y al Madrid no salir derrotado de su estadio.
La polémica estaba servida y los comentarios y editoriales aparecidos en días posteriores
fueron de los que quitan el hipo. Desde una supuesta conspiración federativa a
la que se aferró la siempre victimista afición valencianista, hasta las
hipócritas críticas al cargo de los medios de Barcelona, tan sagaces a la hora
de ver la paja en el ojo ajeno. Con todo, lo más ridículo de esta polémica fue
la recurrencia de varios periodistas madrileñistas -por no
decir netamente Ultra Sur-, a justificar el penalti comparando la
acción sobre Rulo con una llave de judo. Se sirvieron pare ello de un
tal Alberto Blanco, por aquel entonces Presidente de la Federación Española de Judo, que en páginas del diario As declaró lo siguiente: “Marchena
le hace penalti a Raúl. Le derriba claramente. El árbitro incluso debería haber
expulsado al valencianista.”
Y es que estaba clarísimo, el defensa sevillano había ejecutado una acción de
control y proyección hacia atrás -o sea un ushiro-nage- sobre el
capitán del Real Madrid. Recuerdo incluso la secuencia fotográfica
en la cual quedaba reflejada la maestría de Carlos-san en la
ejecución de la llave. Lo cachondo es que por aquel entonces ya sabíamos que Marchena no era ningún Santo,
¡pero desconocíamos que el cabrón era cinturón negro de judo!:
“La clave está en el bloqueo que Marchena le hace a Raúl en tres puntos de
su cuerpo: el hombro, la cadera y el pie. Marchena está bloqueando el hombro, e
incluso el cuello de Raúl, ayudándose con su codo. Mientras continúa el
movimiento del brazo, el hombro se lo tiene totalmente controlado y le está
presionando con la cadera. Además, levanta el pie y le echa hacia atrás.
Literalmente, le engancha la pierna, esta acción hace que Raúl pierda el
equilibrio totalmente y por eso termina cayendo al suelo”. “Se aprecia
perfectamente: bloqueo, desequilibrio y caída. Penalti justo”.
El tema es que, visto ahora, hasta parece penalti. En aquel momento, ni
harto de vino. Así pues, como dijo un insigne maestro borrachín: “bull-dog
= perro grande”. Konnichiwa.
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