Vaya
por delante que Esteban Hernández es amigo mío, por ese motivo haga lo que haga, siempre le desearé que las cosas le vayan bien. Y como lo que a él
le gusta es el tema de la historieta gráfica, tan sólo espero que tenga la
suerte de abrirse camino en un mundo tan complicado. Y digo suerte, porque el talento le sobra. O si no echadle un vistazo a cualquiera de las obras que
preceden a este “Suéter” -los diferentes números del fanzine autoeditado
“Usted”, el “Qu4ttrocento” o “Culpable e historias cortas”-, o a
los extractos que de sus proyectos va colgando en su web. De ahí que
colgar una crítica sobre “Suéter”, su última creación, se me antoje una
empresa harto complicada. Sobre todo a la hora de ponerle peros al
álbum. Sabiendo lo que le ha costado a Esteban llegar hasta este punto. Y no me
refiero únicamente al arduo proceso preparatorio que antecede al nacimiento de
cualquier obra gráfica, sino más bien al desgaste que supone tratar de
convencer a las editoras para que te publiquen. Y Esteban, después de picar
mucha piedra, lo ha conseguido. Y en Planeta deAgostini, que no es moco de
pavo. Pero es que el tío me lo ha puesto fácil, porqué este “Suéter” es
un álbum magnífico. Así de claro. Es más, no solo no desentona al lado de las
últimas creaciones de autores ya consagrados en el universo del cómic, sino que
es hasta mejor.
Pero hablemos ya del libro. Como anuncia la contraportada, estamos
ante una tragicomedia cotidiana. La del personaje protagonista que, en plena
recuperación de una patología psiquiátrica, hace un alto en el camino para
contarnos algo que le sucedió años atrás cuando regresaba a casa en el
metro. La narración de esta anécdota ocupa la mayor parte del libro y es la que
da sentido al conjunto de la obra. Se dan cita cuatro personajes a cada cual
más pintoresco: el mencionado protagonista, un abuelete cuya única preocupación
reside en que alguien suba la calefacción del vagón, un tío
disfrazado que vuelve de una fiesta en lamentables condiciones, y
un revisor sobre-explotado que exige a los pasajeros una respuesta plausible
para dos preguntas que le atormentan: “¿Dónde puedo guardar mi silencio?” y “¿Dónde está el
tiempo que pierdo tan a menudo?”. Cuestiones que remiten directamente a la
obra de Marcel Proust y de cuya respuesta depende el futuro de tan atormentado
personaje.
Y de eso va “Suéter”, básicamente. La primera obra de Esteban en las ligas
–editoriales- mayores y que seguro no será la última. Lo digo por el bien de la
editorial que no por el suyo. Un salto cualitativo en su carrera que seguro no se
quedará ahí. ¡Qué coño! Conociéndole no tengo dudas.
¡Ah! Por cierto, que se me olvidaba comentarlo, ¿por qué “Suéter” se
titula así? Pues…
...bueno…
…o
sea...
…va, mejor
no lo cuento… Así lo leéis y lo descubrís por vosotros mismos. Tan sólo una
pista, existe por ahí un jersey a rayas con un poder nada desdeñable. Y hasta
aquí puedo leer.
Y ya acabo. Como habréis notado sobre aspectos técnicos no he dicho ni Pamplona. Pienso
que es mejor que hojeéis el álbum en alguna tienda, o que le echéis un vistazo en
el weblog de Esteban, donde están colgadas las nueve primeras
páginas. A mí me encanta como monta cada página. Me parece una virguería
compositiva. Eso y algunas viñetas de carácter más bien
secundario a las que tengo especial cariño. Como aquella en la cual Esteban nos
muestra un corte de lo que sería una estación de metro que se asemeja,
sospechosamente, a una de la que soy habitual... ¡Qué hostias! ¡Me encanta tu
álbum tío! A ver cuando sacas otro nuevo.
Eso y que nos
vemos en los bares…
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