El pasado viernes en
la Sala Matisse y bajo el cuestionable título de Americana
All Stars, tocaron Stacey Earle & Mark Stuart junto al incombustible
Jason Ringenberg, pero sin sus “chamuscadores”. Digo esto porque alguien debería
delimitar de una puñetera vez ese estilo en el que todo cabe llamado americana.
No puedo entender que con la misma etiqueta se identifique a bandas con un
sonido tan diferente como los Drive-by Truckers, Pedro the Lion o Jason
Ringenberg, por referirme a alguno de los que actuó anoche.
En todo caso y volviendo
al tema que nos ocupa, asistimos a un buen concierto. Sorprendentemente bueno,
añadiría. Porque la cosa no pintaba bien de inicio. Primero por la escasa
afluencia de público. Inexplicable teniendo en cuenta el nivel de los artistas,
el asequible precio de las entradas y el que se celebrase un viernes en una
ciudad como Valencia en donde este tipo de eventos escasean. De ahí que haya
escogido ilustrar la entrada con un escaneo de mi entrada, la número 0001. Por
reivindicación y también porque debe ser la primera vez en mi vida que me pasa.
En segundo lugar por la ubicación escogida para celebrar el evento, la Sala
Matisse, en donde he padecido espectáculos lamentables por culpa de su pésima
sonorización.
La cosa comenzó a eso de las once menos cuarto, cuando apareció en escena Jason
Ringenberg ataviado con un sombrero de cowboy, botas camperas y una
llamativa camisa roja con chorreras y flecos que es la misma que porta en la
portada del disco recopilatorio del año pasado. Como ya he comentado venía sin
The Scorchers, pero acompañado de su inseparable guitarra, ataviada para la
ocasión con una gran pegatina de apoyo a Obama. La actuación fue divertidísima,
alternando algunas de sus canciones más conocidas con monólogos y chistes, en
inglés y español, lo que le valió para meterse al público en el bolsillo. Señalar
que, más allá de su faceta como showman, el de Illinois es un músico
enorme, lo cual quedó patente en la hora y cuarto que duró el concierto.
Para acabar, un par de curiosidades. Primero decir que en mi vida había seguido un concierto sentado en un taburete. Y es que al principio éramos tan poquitos que se podía estar a dos pasos del escenario, disfrutando de una cerveza y bien sentadito. De hecho en el recinto hacía hasta fresco. Cosa extraña en un espacio que, a poco que se llena, se transforma en una sauna finlandesa. La otra anécdota tiene que ver con la actualidad política. Y es que el concierto se convirtió en una especie de acto de campaña en favor de Barack Obama, candidato demócrata a la presidencia de los EEUU. Al parecer tanto Ringenberg como Earle y Stuart son fervientes obamitas y es por ello que, además de llevar camisetas con el lema Obama'08, regalaban un póster promocional de su gira en el cual aparecían proclamas en favor del candidato negro.
Aunque lo más importante es que, en definitiva, lo pasamos de puta madre. En una muy agradable sesión de música COUNTRY - escrito así con mayúsculas- protagonizada por tres músicos de larga trayectoria que se mostraron muy próximos y hasta cariñosos con el respetable. Especialmente Ringenberg, en modo granjero loco, que departió y se hizo fotos con todo aquel que se le acercó.
Ah! Y lo siento por vosotros
que faltasteis. ¡Pringaos!
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