En el mundo de la música se imponen nuevas modas.
Una de las últimas es la celebración de conciertos nostálgicos. Aquellos en los
que veteranos de la escena reinterpretan sus discos clásicos o los sacan a
pasear tal cual fueron concebidos originalmente. A eso último se han apuntado los
Posies, embarcados en una gira que los llevará por diez ciudades españolas,
incluyendo Valencia, dedicada a revisar los cortes de su trabajo más emblemático, el
“Frosting on the beater” de 1993. Según cuenta Ken Stringfellow, cofundador de
esta banda formada en Seattle a finales de los ochenta, el motivo de la gira se
debe a que “nos dimos cuenta de que ese álbum cumplía 15 años, nosotros
20 como banda y nuestro sello en España, 10; nos lo ofrecieron y decidimos
aceptar; no me gusta mucho la nostalgia y, claro, ese álbum no es mi favorito
de la banda, pero entiendo que significó mucho para mucha gente; va a ser
emocionante y osado”.
La verdad es que volver a escuchar el goloso sonido de The Posies siempre
apetece. Más ahora que la banda ha dejado de ser una prioridad para sus
miembros, con proyectos paralelos que ocupan la mayoría de su tiempo. Porque
los años no pasan en balde para nadie y tanto Stringfellow como su amigo Jon
Auer han sufrido una clara evolución y no sólo en lo musical. De hecho, en las
horas previas al evento y mientras disfrutábamos de un bocata y unas cervecitas
en un bareto frente al Greenspace, apareció un irreconocible Ken Stringfellow. Y
cuando digo irreconocible, creedme. La mitad de lo que era antes, cuando
tampoco es que nunca fuera un fortachón. Asemejaba a un secundario de “La Novia
Cadáver” y con eso lo digo todo. Más impactante fue la puesta en escena de Jon
Auer, por motivos opuestos. El menda se debería mirar lo de su peso. Y no es
que antes fuera una sílfide, pero joder como se ha puesto de gordo el cabrón.
Parecía un luchador de sumo con melena.
Ya hablando del concierto que es lo que importa, decir que no pasará a los
anales de la historia, ni falta que hace. Porque sería injusto menospreciar el
esfuerzo por interpretar dignamente canciones como “Dream all day”, “Solar
Sister” o “Flavor of the month”. Tres de las mejores de su amplio repertorio
y que probablemente no habrían tocado en directo desde hace años. Más o menos en
eso consistió el show, hora y media largas de powerpop, buenas
melodías y nostalgia noventera. Demostrando que los doce cortes que conforman tan
icónico disco no han perdido un gramo de fuerza quince años después.
Un par de cuestiones aún antes de terminar. Me alucina la capacidad de salivar
del señor Stringfellow. Y lo digo en serio. El tipo se pasó la noche lanzando
gargajos a diestro y siniestro. Sí, ya me sé las probables causas de tan odiosa
capacidad, pero aun así fue exagerado. Hasta el punto de que el bajista no se atrevió
a acercarse a él por miedo a recibir un gapo. O quizás para no resbalarse
con tamaña cantidad de líquido corporal esparcido sobre el escenario. La
segunda es para reflejar una de las estampas más peculiares -por no decir cutres-
que jamás haya presenciado en un evento de estas características. Y es que justo
después de terminar el último tema, nos dirigimos raudos hacia el stand habilitado
para la venta de cedés, vinilos y merchandising. Como
llevábamos algo de prisa y queríamos echar un vistazo antes de marchar, llegamos
bien colocados en el grupo de cabeza. Que no los primeros. Y es que la extraña
pareja fue capaz de dejar sus instrumentos, sortear el mar de saliva
generado por el flaco Stringfellow y correr hasta el stand más rápido
que nosotros, que sólo estábamos a diez metros. Y con eso nos topamos, con Auer y Stringfellow tras
el expositor haciendo aspavientos y salpicando a todo bicho viviente con sus
efluvios corporales. Al estilo vendedora gitana de mercadillo, cedés en mano…
“quemeloquitandelajmanoooo!!!”. La escena será recordada por muchos como
uno de los episodios más bizarros jamás vistos. Una historieta del “gordo y el
flaco” en vivo y en directo, y a todo color. Obviamente al final no tuvimos tiempo
de mirar nada.
A pesar de esto último, tengo que reconocer que el concierto fue bastante
decente. Los Posies nos hicieron pasar un buen rato. Y quién
sabe si era la última oportunidad de escuchar en directo a una de las bandas de
rock más importantes e influyentes de los noventa. Supongo que no. Aunque solo el
tiempo nos lo dirá.
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