viernes, 3 de octubre de 2008

The Posies - Valencia 02.10.08


En el mundo de la música se imponen nuevas modas. Una de las últimas es la celebración de conciertos nostálgicos. Aquellos en los que veteranos de la escena reinterpretan sus discos clásicos o los sacan a pasear tal cual fueron concebidos originalmente. A eso último se han apuntado los Posies, embarcados en una gira que los llevará por diez ciudades españolas, incluyendo Valencia, dedicada a revisar los cortes de su trabajo más emblemático, el “Frosting on the beater” de 1993. Según cuenta Ken Stringfellow, cofundador de esta banda formada en Seattle a finales de los ochenta, el motivo de la gira se debe a que “nos dimos cuenta de que ese álbum cumplía 15 años, nosotros 20 como banda y nuestro sello en España, 10; nos lo ofrecieron y decidimos aceptar; no me gusta mucho la nostalgia y, claro, ese álbum no es mi favorito de la banda, pero entiendo que significó mucho para mucha gente; va a ser emocionante y osado”.

La verdad es que volver a escuchar el goloso sonido de The Posies siempre apetece. Más ahora que la banda ha dejado de ser una prioridad para sus miembros, con proyectos paralelos que ocupan la mayoría de su tiempo. Porque los años no pasan en balde para nadie y tanto Stringfellow como su amigo Jon Auer han sufrido una clara evolución y no sólo en lo musical. De hecho, en las horas previas al evento y mientras disfrutábamos de un bocata y unas cervecitas en un bareto frente al Greenspace, apareció un irreconocible Ken Stringfellow. Y cuando digo irreconocible, creedme. La mitad de lo que era antes, cuando tampoco es que nunca fuera un fortachón. Asemejaba a un secundario de “La Novia Cadáver” y con eso lo digo todo. Más impactante fue la puesta en escena de Jon Auer, por motivos opuestos. El menda se debería mirar lo de su peso. Y no es que antes fuera una sílfide, pero joder como se ha puesto de gordo el cabrón. Parecía un luchador de sumo con melena.

Ya hablando del concierto que es lo que importa, decir que no pasará a los anales de la historia, ni falta que hace. Porque sería injusto menospreciar el esfuerzo por interpretar dignamente canciones como “Dream all day”, “Solar Sister” o “Flavor of the month”. Tres de las mejores de su amplio repertorio y que probablemente no habrían tocado en directo desde hace años. Más o menos en eso consistió el show, hora y media largas de powerpop, buenas melodías y nostalgia noventera. Demostrando que los doce cortes que conforman tan icónico disco no han perdido un gramo de fuerza quince años después.

Un par de cuestiones aún antes de terminar. Me alucina la capacidad de salivar del señor Stringfellow. Y lo digo en serio. El tipo se pasó la noche lanzando gargajos a diestro y siniestro. Sí, ya me sé las probables causas de tan odiosa capacidad, pero aun así fue exagerado. Hasta el punto de que el bajista no se atrevió a acercarse a él por miedo a recibir un gapo. O quizás para no resbalarse con tamaña cantidad de líquido corporal esparcido sobre el escenario. La segunda es para reflejar una de las estampas más peculiares -por no decir cutres- que jamás haya presenciado en un evento de estas características. Y es que justo después de terminar el último tema, nos dirigimos raudos hacia el stand habilitado para la venta de cedés, vinilos y merchandising. Como llevábamos algo de prisa y queríamos echar un vistazo antes de marchar, llegamos bien colocados en el grupo de cabeza. Que no los primeros. Y es que la extraña pareja fue capaz de dejar sus instrumentos, sortear el mar de saliva generado por el flaco Stringfellow y correr hasta el stand más rápido que nosotros, que sólo estábamos a diez metros. Y con eso nos topamos, con Auer y Stringfellow tras el expositor haciendo aspavientos y salpicando a todo bicho viviente con sus efluvios corporales. Al estilo vendedora gitana de mercadillo, cedés en mano… “quemeloquitandelajmanoooo!!!”. La escena será recordada por muchos como uno de los episodios más bizarros jamás vistos. Una historieta del “gordo y el flaco” en vivo y en directo, y a todo color. Obviamente al final no tuvimos tiempo de mirar nada. 

A pesar de esto último, tengo que reconocer que el concierto fue bastante decente. Los Posies nos hicieron pasar un buen rato. Y quién sabe si era la última oportunidad de escuchar en directo a una de las bandas de rock más importantes e influyentes de los noventa. Supongo que no. Aunque solo el tiempo nos lo dirá.

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