Ilustro la entrada con las
portadas que la editorial Bang! realizó
para la edición española de “El
Rompenieves 1” y “El
Rompenieves 2 y 3”, porque son chulísimas. Desde luego bastante más
que las de la versión original francesa de 1982. La serie de “El Rompenieves” –en Francia “Le Transperceneige”- está compuesta de tres episodios titulados “El Fugitivo”, “El Apeador” y “La Travesía”, siendo considerada una
obra de referencia en el mundo del cómic. Claro exponente del movimiento que se
desarrolló en el seno de la historieta francesa en los años setenta y que se caracterizaba
por la utilización de la ciencia-ficción como vehículo de denuncia social.
El punto de partida es un mundo
desolado a causa de los efectos del cambio climático. Muy actual como veréis. Todo
el planeta está cubierto de nieve y padece temperaturas cercanas a los ochenta
grados bajo cero, por lo que se hace imposible vivir en el exterior. Los
últimos supervivientes de la raza humana se encuentran recluidos a bordo de un
gigantesco tren en constante marcha. Dentro del mismo se ha desarrollado una
estratificación social en la que las clases bajas malviven en los vagones de
cola, mientras que las élites ocupan los lujosos vagones delanteros. En este
contexto, el primer episodio cuenta como un vecino de los barrios bajos consigue
llegar a la zona noble, ocasionando un desbarajuste en el reglado sistema
impuesto por los mandamases del tren. Comienza así una especie de odisea personal,
en busca de no se sabe bien qué. Aunque lo más interesante es como la historia del
fugitivo nos permite ver reflejadas todas las miserias de la humanidad. Muy especialmente
las que tienen que ver con las barbaridades que los hombres somos capaces de perpetrar
contra nuestros congéneres.
En los siguientes episodios la acción se traslada hasta otro escenario: Un
nuevo ferrocarril más espacioso que responde al nombre de “El Rompehielos” y que refleja las mismas
desigualdades. Este tren además tiene apeadores. Una nueva casta nacida en esta
sociedad post-apocalíptica sobre raíles. Se trata de un cuerpo especializado
encargado de bajar a tierra firme en busca de objetos importantes para la
supervivencia. Para ello, la locomotora goza de mecanismos para detenerse sin
poner en riesgo la vida de los pasajeros. Con todo, siempre existe el riesgo de
chocar frontalmente con “El
Rompenieves” protagonista de la primera parte, o con alguno de los
vagones que este fue soltando. En la última parte asistimos a como la
sociedad ferroviaria, viéndose en peligro por circunstancias que no desvelaré, emprende
un largo viaje a través de los hielos eternos persiguiendo una señal. Confiando
en que esta les lleve al encuentro de otro grupo de supervivientes. Solo
añadiré que sin ser lo peor de lo peor, el final no es como para tirar cohetes.
La primera parte fue parida por el genio de Jacques Lob, uno de los más grandes historietistas
que ha dado Francia, que es mucho decir. Y se nota. Con esto cerraría una trayectoria
inmaculada, ya que falleció al poco de acabarla. Es por eso que la segunda y
tercera parte fueron escritas por Benjamin Legrand. Siendo el dibujante de los tres episodios Jean-Marc
Rochette. Y la diferencia de
calidad entre los tres es más que evidente. El primero es una obra maestra incontestable.
De obligada lectura para todos aquellos que estén mínimamente interesados en el
mundo del octavo o noveno arte (nunca me aclaro con esto). La segunda y
especialmente la tercera no es que sean una caca, pero bajan claramente el
nivel. De hecho, si pasaras de ellas tampoco supondría un drama. Aunque bueno,
si quieres conocer como acaba esto...
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