Por fin he visto “Camino”, la
cinta dirigida por Javier Fesser que tanta polémica arrastra y que tan mal ha caído
entre los sectores más reaccionarios de nuestra sociedad. No me extraña. A
algunos no les habrá gustado nada verse retratados de esa forma. ¿Pero tienen derecho a ofenderse los miembros
de “la Obra”? Pues no lo tengo tan claro. Planteémoslo de otra forma: ¿Acaso es mentira
alguna de las cosas que sobre ellos muestra la peli? No lo creo. Además, según yo lo
veo, nada en “Camino” puede disgustar al Opus Dei. De
lo contrario estarían echándose piedras sobre su propio tejado, molestándose por
ser lo que son y por hacer lo que hacen. Y es que, más allá de creerse en
posesión de ciertas verdades absolutas que a los demás se nos escapan, tienen la curiosa
tendencia de mortificarse en vida para servir al Todopoderoso. Utilizando aquella
frase tan absurda que afirma que “el sufrimiento redime”. A algunos,
como a Fesser -o a un servidor-, eso les parece bastante triste, además de falso.
Porque el sufrimiento no redime, simplemente duele. En ocasiones mucho. Así
pues, sin cuestionar a aquellos que libremente decidan llevar este tipo de vida
fanatizada -¡allá cada uno con sus elecciones!-, que nadie me quite a mí el
derecho a criticarlo.
El caso es que el film está basado en varias historias reales, según ha manifestado el propio director. Si
bien es bastante evidente que el personaje de Camino Fernández se inspira en la
niña Alexia González-Barros, fallecida en 1985 a los catorce años por
un cáncer y que actualmente está en proceso de canonización. Tal vez aquí
radique el único patinazo de Fesser, quien ha querido dedicar la
película a esa niña, contra la voluntad de sus familiares. Lo cual ha suscitado
esa cascada de comunicados y reproches cruzados que han aparecido en diferentes medios de comunicación. También es verdad que, gracias a eso, el director
madrileño ha conseguido una importante campaña promocional y de forma gratuita.
Más allá de eso, o a pesar de eso, o con todo y con eso, creo que merece la
pena ver el último trabajo de Javier Fesser. El desenlace vital de Camino –un nombre que alude claramente
a la obra de referencia del Opus Dei, escrita por Escrivá de Balaguer-, una deslumbrante niña de once años que se enfrenta al mismo tiempo a
dos acontecimientos que son nuevos para ella: enamorarse y morir.
Para ello tirará de su increíble imaginación, en la que se entremezclan elementos religiosos que tienen que ver con su educación y las fantasías de cualquier niña de esa edad. De
hecho la interpretación de la niña protagonista, una guapísima Nerea Camacho,
junto con la recreación de sus sueños a través de impactantes pasajes oníricos,
son con mucho lo mejor de esta película. Y es que, por encima de todo, “Camino”
cuenta la bonita historia de una chiquilla que, pese a todos los padecimientos
que le ha tocado sufrir en su corta vida y que le conducen irremediablemente
hacia la muerte, no va a perder su deseo de vivir y sobre todo de ser feliz. Y
siempre con una sonrisa en la boca, que tiene aún más mérito.
Ahora que lo pienso, no sabría establecer si la película es triste, alegre,
ambas cosas o ninguna de las dos.
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