“En
este deporte sufrimos seis personas: yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos.” (Héctor del Mar).
¿Quién
no se acuerda del “Pressing Catch”?
Su
irrupción en nuestras pantallas, en los primeros noventa y de la mano del Telecinco de
las Mamma Ciccio, fue todo un acontecimiento. Recuerdo que en
aquella época, era habitual entre la chavalada emular las patadas
voladoras de El Último Guerrero o las sentadillas de Terremoto-Erjcueik.
Y discutir absurdamente sobre la verosimilitud de este pseudo-deporte. Porque
los había que defendían que el espectáculo era real, aunque ahora lo nieguen. Y
eso a pesar de que en esta mezcla de teatro y circo era fácil prever quienes
iban a ser los vencedores y los vencidos. Vaya, que no hacía falta ser un lince
para apreciar la fullería.
¿Qué me decís de aquellos combates míticos
entre El Último Guerrero y Hulk Hogan? ¿Y de la Wrestlemania?
¿Y cuando les dio por darse de hostias enjaulados? Aunque mi mejor recuerdo son los combates de parejas. ¡Me encantaban! Con equipos míticos como La
Fundación del Corazón, Demolition, Legion of Doom o los
inolvidables Sacamantecas, quienes según Héctor del Mar eran unos gemelos
neozelandeses trabajadores de una plantación de kiwis que habían decidido
probar fortuna en la WWF (¿?).
Soy consciente de que escribo esto embriagado de nostalgia juvenil. Que aquello
nunca fue para tanto. Pero aprovechando que las nuevas generaciones se han
vuelto a enamorar del Pressing Catch, en su versión actual, a través de tipos
tan anodinos como el campeón John Cena, Dwayne “The Rock” Johnson (trasunto
de actor de quien ya os hablé por aquí), o incluso el ex campeón mundial de los pesos pesados Mike Tyson, es de justicia
reivindicar la figura de aquellos. De los buenos. De los de mi época. Los
viejos roqueros que, al contrario de lo que afirma el refrán, sí que mueren… O se
vuelven majaras. Como El Último Guerrero, que ahora se ha puesto corbata y se
dedica a hacer cosas fachas.
No
es broma. Jim Hellwig, que así se llama el menda, y que evidentemente no era un
indio navajo de pura cepa, en la actualidad da charlas en las que expone su
marcado perfil derechista y homófobo. Soltando perlas del tipo: “el
mundo estaría muerto si todo el mundo fuera homosexual” o “el
mariconeo hace que el mundo no funcione”. ¡Joder con El Último
Guerrero! Un tipo que se ganaba la vida ataviado como un maricón de playa, con
ese cardado rubio y el fardapollas fosforescente, sobre un cuerpo esculpido
a base de horas de gimnasio y moreno rayos uva, va por la vida dando lecciones
de moralidad a la antigua a jóvenes estudiantes. Chalao es poco. Parece que
en aquel “baile de San Vito”, ineludible preludio a su victoria sobre el rival,
había algo más que show. Pero es que encima al tío le pagan y muy bien
por esto. Que digo yo que las Universidades americanas, con tanta fama y
tanta polla, se deberían hacer mirar a que personajes contratan para dar
conferencias… El Último Guerrero, Aznar… ¿Quién será el siguiente?
¿Qué me decís de su archirrival? El gran Hulk Hogan, principal artífice del
despegue comercial de este espectáculo de lucha libre. Con su ruptura de
camiseta previa, marca de la casa y el sempiterno pañuelo en la cabeza que,
seguramente escondía una alopecia indeseada… ¡Que maravilla! Y vaya, que sí, más
de una vez me quedé con las ganas de que alguien le arrancara el puto pañuelo
para ver que había debajo. Tengo la convicción de que el bueno de Nick Bollea tenía
la quijotera más lisa que el culito de un bebe. Y esa melena rubia que le salía
por detrás cual lerele tintado de rubio, estaba fijada al pañuelo, como
una de esas gorras con rastas que se venden en los tenderetes
playeros. O eso o Nick aka Hulk lucía un Carlos Núñez a la californiana,
que también podría ser. Lo cierto es que al poco, por alguna lesión que
desconozco o simplemente por un tema de edad, dejó de practicar el deporte que
lo encumbró. Como no estaba dispuesto a salir de las pantallas y sus
incursiones en el mundo del cine no dieron para mucho, se montó un reality en
el que mostraba su vida familiar. Junto a su inolvidable hija Brooke, que hizo
las delicias de una generación y media de adolescentes pajilleros.
¿Y
los demás qué? Pues aquí la cosa se pone seria. Algunos como “Bam Bam”
Bigelow -aquel gordo con la cabeza tatuada y vestido con un traje flamígero-,
Curt Henning “Mr. Perfect” -el rey del tinte de pelo y de eterna sonrisa-
o Richard Hood “El Cariñoso”, murieron de sobredosis. Otros como
André “El Gigante” o “El Poli Loco” lo hicieron de paro
cardiaco recién ingresados en la cuarentena. Lo cual no creo que extrañe a
nadie. Con las cantidades de esteroides y anabolizantes que se tomarían estos
mostrencos hipermusculados, era lo menos que les podía pasar. Luego está lo del
no suficientemente reivindicado “Terremoto”, quien fallecería a causa de
un cáncer. Capítulo aparte merece el gran Owen Hart, de “La Fundación del
Corazón”, cuya muerte en directo circulaba por Internet hasta hace poco. Al
parecer el dispositivo de seguridad falló mientras realizaba un ejercicio
arriesgadísimo, por lo que cayó al vacío desde unos quince metros. Una lástima.
Ese tándem junto a Jim “The Anvil” Neidhart siempre fue de mis favoritos.
Hay
muchas más historias sobre estos personajes, mezcla de gladiadores y bufones de
corte, pero es demasiado largo para contarlo en una sola entrada. Además, a la
mayoría de ellos los he olvidado... Con todo, o a pesar de todo, debo
darles las gracias por los buenos ratos que me hicieron pasar…
¡Gracias por tanto!
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