La
verdad es que siempre que me topo con cualquier libro, documental, reportaje, cómic o
película en cuyo trasfondo se encuentren los Balcanes, intento agenciármelo o
hacerle hueco para verlo. Me interesa sobremanera la realidad de ese pedacito
del mundo que, como dijo Winston Churchill, produce mucha más historia de la
que es capaz de asimilar. Ese es el motivo que me impulsó a participar de una
charla con los periodistas Alfons Cervera y Francesc Bayarri en la Librería Primado organizada durante la semana pasada. Allí se habló de la
investigación periodística que este último ha realizado sobre la figura de
Ilija Stanic: Joven bosnio desaparecido en el año 1969 y perseguido por la
Interpol al ser el único acusado del asesinato del general croata Luburic ese
mismo año en Carcaixent.
Resultó sumamente interesante el escuchar, por boca de su autor, las peculiares circunstancias y el sinfín de anécdotas producidas durante los tres años de pesquisas que dieron como fruto el libro “Cita en Sarajevo” -galardonado con el Premio de los Escritores Valencianos del 2007-.
Resultó sumamente interesante el escuchar, por boca de su autor, las peculiares circunstancias y el sinfín de anécdotas producidas durante los tres años de pesquisas que dieron como fruto el libro “Cita en Sarajevo” -galardonado con el Premio de los Escritores Valencianos del 2007-.
¿Pero quién era el tal Luburic? Pues el general Vjekoslav “Maks” Luburic
fue uno de los principales líderes de la Gran Croacia independiente que,
amparada por Hitler y Mussolini, instauró un régimen totalitario, excluyente y
genocida dominado por el partido Ustashi de Croacia -los
famosos camisas negras-. Terminada la Segunda Guerra Mundial, el tipo vivió en
España protegido por el franquismo. Buscado por crímenes de
guerra, este paraguas institucional evitó que fuera extraditado para juzgarle por las muchas salvajadas cometidas. Y es que el amigo fue, entre otras cosas, el comandante encargado de los campos de concentración de la Croacia aliada del nazismo en donde
murieron unas 150.000 personas inocentes -según los cálculos más moderados, otros hablan de hasta 700.000-.
El general vivió en la población valenciana de Carcaixent bajo el nombre de Don Vicente. Regentaba una
imprenta encargada de editar la revista Drina, panfleto ultranacionalista
que mantenía la llama de la causa croata entre los ustashas diseminados
por el mundo. Además tenía una granja en Benigànim, lugar en el que vivió con
su mujer española y donde tuvo a sus cuatro hijos, estudiantes en internados
religiosos de Valencia. Siempre rodeado de eminentes franquistas, hombres de fe
y expatriados croatas, la vida de Luburic transcurría apacible y sin
sobresaltos, siendo un personaje bastante querido en un pueblo en donde llegó a reconocérsele como Presidente de Honor de una de sus fallas más
antiguas. De hecho, aún hoy día existe un monumento conmemorativo presidiendo su tumba, ante la que los nostálgicos del régimen rinden honores una vez al año.
El caso es que, cuando nadie se lo esperaba, la policía encontró el cadáver del
genocida brutalmente asesinado. Ante la falta de pruebas y debido a la
desaparición de su secretario personal, se le imputó el asesinato a éste. Se
trataba de un joven de 23 años, amable, reservado y muy religioso que respondía
al nombre de Ilija Stanic. Un tipo realmente apreciado entre los vecinos de
Carcaixent. Tras perder su pista en Barcelona, la prensa franquista se dedicó a
difamarle durante años, calificándolo como un espía comunista enviado por la
Yugoslavia del mariscal Tito.
Bayarri estudió todas las reacciones de la prensa de la época, la franquista y
la yugoslava -la oficialista y la disidente croata-, además de los sumarios
judiciales de Alzira y Valencia. También entrevistó a las personas que pudieron
conocer a los personajes implicados y ya por último, decidió viajar hasta
Sarajevo con la esperanza más que con la convicción, de encontrar a Stanic. Lo
curioso es que, tras una serie de indagaciones y con la participación de la diosa
fortuna, el autor encontraría a aquel Stanic, convertido en un honorable
funcionario de la jovencísima República de Bosnia y Herzegovina. Ya con 57 años
de edad, mujer, hijos y nietos. Pero sobre todo dispuesto a contar su versión
del asunto. Gracias a eso Francesc Bayarri pudo concluir “Cita en Sarajevo”,
una reconstrucción narrativa de toda la historia del asesinato y de las
circunstancias que impulsaron a su secretario personal a actuar de aquella forma.
Combinando la investigación periodística, la narrativa y el ensayo, trasportándonos
desde la rancia España de la dictadura hasta el rompecabezas actual en la península
de los Balcanes.
Un libro muy interesante que, como no podía ser de otra forma, me ha despertado
el gusanillo viajero. Vaya, que muero de ganas de viajar a Sarajevo y a Bosnia
en general –again-. En fin…
No hay comentarios:
Publicar un comentario