No sé explicar bien porqué, pero
esta pintura es una de las que mayor impresión me han causado desde siempre. Y
eso que no he tenido el placer de verla de cerca, que ya me gustaría a mí. Una
vez estuve a punto, de paso por Chicago en un viaje por la Costa Este, pero por
algún motivo decidí no visitar ese The Art Institute en cuyas paredes cuelga. A ver si hay suerte y
alguna obra social nos la trae en una de esas exposiciones itinerantes que
montan para pagar menos impuestos. Necesito confrontarme a la imagen de estos
dos personajes alargados, de mirada fría y gesto adusto, dispuestos en un
cercanísimo primer plano recortado sobre un fondo de carácter rural, que no
sólo impresiona sino que hiere. Como esos videos que circulan por Internet y
que son capaces de focalizar nuestro interés a pesar de que aquello que muestran
no es para nada agradable.
Seguro que a la mayoría os suena el cuadro, emblema de las artes
norteamericanas y, según dicen, la obra pictórica más reconocida y reconocible
por el americano medio. Y es que la representación de ese personaje masculino
horquilla en mano, es un icono americano al nivel de la madre de Whistler, las latas de sopa de Warhol o el pavo de Acción de Gracias de Rockwell. Y no solo en
su forma original, sino también a través de las innumerables versiones paródicas
que, con diferente intención, se han realizado de ella. Disfrazando a los
personajes como un par de terroristas, de
borrachines, de modernos, de atletas, de votantes de tal o cual partido, de los Reagan,
de los Nixon, de los Clinton u otras caras de la
actualidad.
La tela fue pintada en 1930 por
Grant Wood (1891-1942), artista conocido por sus cuadros de paisajes y
caracteres propios del medio rural norteamericano. Siendo junto a John Steuart Curry y Thomas Hart Benton, los tres principales exponentes de un movimiento
conocido como regionalismo -nada que ver con González Lizondo y su Unió
Valenciana-. Wood pintó “Gótico Americano” en su ciudad de
adopción, Cedar Rapids en el estado de Iowa, mostrándola al público sólo en una
ocasión antes de venderla por una cifra cercana a los 300 dólares de la época. El
título de la obra se debe a la tendencia arquitectónica de idéntico nombre que dejaría
su impronta en el medio rural. De hecho, se aprecian varios elementos
característicos de ese gótico americano en el ventanal apuntado de la casa
representada al fondo y en las columnas del porche.
A diferencia de lo que alguna gente piensa, Grant Wood no era un paleto. Había
estado cuatro veces en Europa, enseñó en varias universidades y estudió arte en
París, Alemania e Italia. Fue un pintor excepcionalmente talentoso, aunque no
lo desarrolló por demasiado tiempo, realizando casi todas sus obras entre 1930 y
1935. Y es que al hombre no le daba la vida cumpliendo labores de carpintero,
tallista, decorador de interiores, creador de lámparas y objetos varios,
diseñador de collares y vidrieras, manufacturas de metal… De hecho, su variada
producción artística le hace ser considerado como uno de los principales
exponentes del American Arts and Crafts.
En este sentido, la pintura
fue gestada tras volver de uno de sus viajes por Europa. De Múnich concretamente,
donde pasó temporadas en su primera época como pintor ya que, ciertos trabajos
consistían en el diseño de murales y vidrieras para grandes ventanales que eran
fabricados en aquella ciudad. Allí se impregnaría del movimiento artístico local
formado por el grupo de Otto Dix, Max Beckmann, Christian
Schad y George Grosz, conocidos como la Nueva Objetividad. También
de la arquitectura de las catedrales y las pinturas góticas y renacentistas que
pudo contemplar en los museos. De hecho y según el propio Wood, Alemania le
influyó poderosamente en la creación de este cuadro.
Al parecer, en uno de sus habituales paseos
Wood se topó con el edificio de madera que figura en el cuadro. Sorprendiéndole
vivamente y tomando unos apuntes de él. Ya en su estudio, pensó en colocar a
dos personas, hombre y mujer, con ropajes de la época. La labor de encontrar a quién
quisiera posar fue complicada. Al final fueron la hermana menor de Wood y
su dentista, quienes se animaron a quedar retratados con la promesa de no ser
reconocibles. A la vista está...
Al dentista le vistió como a
un auténtico granjero y a la mujer le colocó el mismo camafeo que lucía su
madre en un retrato anterior titulado “Woman with plants”. Sin embargo, al observar la escena nos asaltan algunas dudas ya planteadas por la
crítica de arte: ¿La mujer representa a la esposa del granjero, o es la famosa
hija del granjero protagonista de innumerables chascarrillos? ¿Es una
representación satírica o laudatoria? ¿Están sus personajes en el paraíso,
donde todavía rigen las pioneras verdades del protestantismo o en un vecindario
rural no muy lejos del Infierno? ¿Es una defensa de los valores perdidos?
¿Propugna una vuelta a la Arcadia feliz? Nunca lo sabremos al cien
por cien. Lo que parece claro es que “Gótico Americano” está dotado de un
fuerte contenido psicológico. Reflejo de ciertos valores cristianos
fundamentales, como la sobria rectitud rural y el corroyente temor al sexo que “engrandecieron”
a unos EEUU blancos y protestantes. Los peligros del acto sucio pueden no estar
descritos, pero están presentes. Lo pecaminoso es sugerido por el mechón de
pelo que se desliza por el cuello de la mujer para susurrarle en el oído, como
una serpiente bíblica, o también por el pararrayos representado encima de la
casa, de carácter eminentemente fálico. Y por supuesto por la horquilla de tres
puntas, cual tridente de Satanás.
La calculada disposición de los
elementos no es azarosa. Nada está fuera de lugar. Tampoco el metal brillante
de la horquilla que se repite hasta tres veces, a la izquierda, por la distante
aguja, el arco apuntado de la ventana y el afilado tejado a la derecha. Además rima
con las costuras del mono del hombre. Y esta es otra de las cosas extraordinarias
que impresionan de “Gótico americano”. Obra referencial en todos los sentidos.
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