“Catedral” es,
para muchos, la mejor recopilación de cuentos de Raymond Carver, autor fallecido
en 1988 en pleno reconocimiento de su carrera. Además de varias compilaciones de
poemas, publicó cuatro libros de relatos así como una antología titulada “Vidas cruzadas”-con adaptación cinematográfica al cargo de Robert Altman-, que lo
consagraron como uno de los más grandes escritores estadounidenses de las
últimas décadas. Además, tras su desaparición, vieron la luz otros cinco
cuentos que el autor tenía ocultos bajo llave.
Este
libro se compone de doce textos independientes que tienen como nexo común la
presencia latente o la intrusión de elementos de tensión. De forma que, en cada
relato existe una permanente sensación de amenaza, de peligro inminente. Lo
curioso es que, esa sensación es casi idéntica en todos los cuentos, cuando no
hay uno que se parezca a otro. Por ejemplo, en el que abre la recopilación –“Plumas”-
la inquietud viene generada por la presencia de un pavo real, mascota de una
pareja amiga del protagonista y sobre todo por la alargada sombra del hijo
recién nacido. Nada que ver con “Parece una tontería”, donde la tensión
viene dada por la presencia de un siniestro pastelero y su relación con una
familia que pierde a su hijo en un desgraciado accidente. En ambos casos, como
en el resto de cuentos, la sensación es la misma, sin embargo el marco y las
temáticas poco tienen que ver.
Otro
elemento muy presente en la obra carveriana es aquello que
podríamos denominar como la erótica del loser. Algo habitual en la literatura contemporánea norteamericana de lo que Carver, como representante
de la misma, no se puede abstraer. Historias de perdedores protagonizadas por
personajes variopintos que por unas circunstancias u otras han sido golpeados
por la vida. Con todo y a diferencia de la mayoría de sus coetáneos e imitadores, sus personajes trasmiten
esperanza, cuestión esta que, ahora que lo pienso, le diferencia de los
protagonistas de los relatos de mi amado Richard Ford. Vaya que como le gusta
decir a mi amigo Stevie, Carver no es precisamente un cagapenas, más
bien al contrario, es un luminista de cojones.
Ya para acabar decir que si
hay un género literario eminentemente norteamericano, ese es el relato y a
Raymond Carver se le considera como su más destacado representante. Si
encima “Catedral” es, supuestamente, su mejor obra, supongo que no
hace falta decir nada más en favor del libro. Eso y que no sé a lo qué estáis esperando para leerlo.
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