jueves, 7 de mayo de 2009

La sombra del cazador


El pasado 2008 se presentó en nuestras salas “La sombra del cazador”, coproducción entre EEUU, Bosnia y Croacia escrita y dirigida por Richard Shepard, cuyo rimbombante título no invitaba a pagar los siete euros de rigor que cuesta la entradita al cine. Más aún cuando entre los protagonistas aparece el nombre del escultural Richard Gere. Digo lo de escultural no porque esté cuadrao, sino por lo que se asemeja en cuanto a poses y gestos a una escultura grecorromana de mármol. Un mendrugo incapaz de sentir, padecer y lo que es peor para un actor, de transmitir algo, dando igual si participa en una comedia, un drama, una de terror, si lo han petao en la cárcel, se le ha muerto un hijo o le tocó la lotería… Muchos pensamos que el careto de Mr. Gere es una máscara de látex. No hay otra explicación plausible a lo suyo. Sin embargo, el hecho de ser uno de los hombres más deseados de América, es argumento suficiente para que, año tras año, le veamos participar en un par de superproducciones por las que, supongo, debe cobrar buena tela.

El caso es que el domingo pasado tenía el día tonto y como pasaban la peli en algún canal del cable, pues me la tragué. Y oye, al final ni tan mal... Bueno, lo explico va… La historia va sobre un intrépido reportero de televisión caído en desgracia que descubre algo, no se sabe bien qué, en algún enclave de la antigua Yugoslavia. Se camela a su antiguo cámara, que junto a un becario enchufado le ayudaran en una misión que consiste en, ni más ni menos, detener a un criminal de guerra refugiado en los montes de la República de Sprska -parte de mayoría serbia en la actual Bosnia-Herzegovina-. Como os habréis dado cuenta, el planteamiento inicial resulta atractivo para alguien tan proclive a interesarse por todo lo relacionado con los Balcanes como este menda. El problema radica en que pretende ser una mezcla de géneros tan rara -comedia negra, sátira, denuncia social, aventuras, drama…- que hace que se derrumbe casi desde el comienzo. Y es que solo un genio hubiera sido capaz de hacer funcionar todo eso a la vez y el Sr. Shephard desde luego que no lo es.

Aunque lo más interesante viene al final. O sea, una vez vista la película. ¡Resulta que está basada en hechos reales! Vamos, que se vuelve a cumplir eso de que a veces la realidad supera a la ficción. Al parecer el director tan sólo cambió los nombres de los personajes, varió alguna ubicación y se permitió unas cuantas licencias como un absurdo final que, mucho me temo, deja a las claras la doble moral presente en el ideario del pueblo norteamericano -y por desgracia, parte del europeo-. El criminal fugitivo al cual nuestro trío de periodistas van a encontrar y apresar -¡¡¡en tan sólo dos días!!!- es un trasunto del líder serbobosnio Radovan Karadzic. Y el periodista interpretado por Richard Gere, no es otro que Scott Anderson, el cual contó su odisea en la revista Esquire en un interesante artículo publicado en octubre del 2000 que se titulaba “Que hice en mis vacaciones de verano”.

El affaire real transcurrió, grosso modo, de la siguiente manera: Anderson viajó a Sarajevo acompañado por otros cuatro colegas de profesión. Todos ellos habían cubierto el Conflicto de los Balcanes cinco años atrás, siendo testigos de los horrores de la guerra. Se las ingenian para averiguar el paradero de Karadzic -criminal de guerra apresado en junio del año pasado-. Pese a ser uno de los personajes más buscados, ni la OTAN, ni la UE, ni los EEUU, ni las autoridades serbias y bosnias habían logrado dar con el paradero de “el carnicero de Srebrenica”. Vaya. No es casual que durante su particular aventura, los periodistas se toparan con la oposición no solo de los serbios de Bosnia, sino también de los representantes de Naciones Unidas en la zona y hasta con la delegación estadounidense. En todo caso, contra viento y marea y en un tiempo récord, acabrán dando con él.

En este punto deslizaré una reflexión exprés sobre la actualidad balcánica. ¿Se están haciendo todos los esfuerzos necesarios para que las diferentes comunidades puedan cerrar heridas y vivir en paz? Obviamente no ¿A quién interesa que eso no sea así? Se me ocurren muchos actores… Por la parte que nos toca, tengo la sensación de que para la Unión Europea es una patata caliente y nunca ha tenido una estrategia clara. Ni siquiera la ha tenido para Kosovo, donde el consenso ha brillado por su ausencia. Tan sólo parece haber unanimidad respecto a Bosnia y con muchísimos matices. O sea, siempre que eso signifique sostener un país imposible compuesto por dos cantones separados étnica, cultural y religiosamente que se odian a muerte y que viven de espaldas. Así pues, ¿qué clase de esfuerzos se pueden hacer cuando ni siquiera sabemos hacia dónde dirigirlos? Lo cierto es que los serbios se consideran agraviados por las medidas impuestas sobre ellos, al señalárseles como responsables únicos de las aberraciones. De ahí que se cubran y protejan a los suyos, aunque se trate de criminales de guerra como el mencionado Karadzic, Slobodan Milosevic o incluso Ratko Mladic. Recordar que este último era un habitual del palco presidencial del Estrella Roja hasta no hace mucho. Sin embargo nadie en territorio serbio sabía dónde estaban. El maravilloso don de la invisibilidad.

Quizás -y sólo quizás- una posible solución comenzaría con un pequeño gesto de disculpa. Los pueblos vecinos e históricamente hermanos han de saber perdonarse, porque todos han cometido tropelías injustificables a lo largo de la historia -léase  “Los Karivan”. Pero para eso, primero hay que asumir responsabilidades.  Principalmente los serbios, actores protagonistas de la mayoría de masacres cometidas durante la guerra. Esta opinión, aún minoritaria entre la población, es la que recoge Ramón Lobo en diferentes artículos para El País -que condenso aquí en un enlace único “El eclipse de Milosevic”-.Y ante la pregunta de quién ha pedido perdón a los serbios -parte fundamental del discurso nacionalista- se debe replicar con una conocida cita de Bertolt Bretcht“Cada uno que hable de su responsabilidad; yo, sólo hablaré de la mía”.

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