Reconozco
que de Guillem de Castro, máximo exponente del teatro valenciano durante
el Siglo de Oro, apenas si conocía algo. Bueno, sabía que da su nombre a
una de las principales avenidas de mi ciudad. Tal vez exagero, pero vaya que nunca
había visto representada alguna de sus obras. Eso hasta ayer, cuando un
amiguete me invitó a acompañarlo al Rialto para ver “El
Narciso en su opinión”, la adaptación que el afamado director Juli Leal ha
realizado sobre el libreto original.
La
obra, que data del 1612 – 1615, es considerada el precedente de lo que hoy día
se conoce como la “comedia de figurón”, subgénero dramático muy cercano a
la farsa en el que se dan cita los figurones -personajes cómicos de
un grotesco orgullo-. Es el caso de don Gutierre, el “Narciso” de
esta obra. Supuesto galán, pagado de sí mismo y ridículo como pocos, que
se ve burlado en un rocambolesco affaire. La historia va de dos primos
que marchan de Valencia a Madrid para casarse con la hija de un poderoso
caballero cercano a Corte. Sin embargo esta no quiere a ninguno de los dos, ya
que está enamorada de un Marqués que además le corresponde. Para más INRI,
uno de los primos bebe los vientos por otra prima. Y así es como se van
concatenando situaciones de enredo hasta que al final, ya con todas las cartas
sobre la mesa, todo queda solucionado por arte de magia. Excepto para Don
Gutierre, que como anticipé, acaba siendo el pringao de la historia.
Debo
hacer una mención especial al actor que interpreta a este último personaje,
Manolo Ochoa, cuyo trabajo refleja a la perfección ese aldeanismo provinciano
con el que Guillem de Castro pintó a la mayoría de sus personajes. También está
esplendido Enric Juezas en el papel de Don Gonzalo, el otro primo en disputa.
Por
último decir que escuché al director comentar que su única intención es hacer
disfrutar al público. Suponemos que el objetivo de Guillem de Castro al
escribir “El Narciso en su opinión” sería la misma. Desde luego
conmigo lo consiguieron.
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