sábado, 23 de mayo de 2009

La ascensión del gran mal, de David B.


Me acabo de terminar este cómic firmado por el historietista francés David B. El tema es que ya hace tiempo que iba tras él, pero no ha sido hasta hace un par de semanas cuando me pude agenciar una copia. “Epiléptico” apareció originalmente en cinco partes que se publicaron entre los años 1996 y 2003 bajo el título de “La ascensión del gran mal”. La epilepsia en francés es el haut mal-gran mal-, revelando una concepción misteriosa de esta afección, que como la mayoría de las enfermedades mentales fue de difícil comprensión durante mucho tiempo. El caso es que, a pesar de que la traducción “Epiléptico” es más fiel al sentido original, me gusta más “La ascensión del gran mal”. Resulta más potente.

Es este uno de los tebeos de corte autobiográfico más fascinantes que jamas haya leído. Probablemente junto a “Píldoras azules”, del suizo Frederick Peeters, del que también os hablé por aquí. En él, su autor -David B., seudónimo de Pierre-François Beauchard- nos cuenta la “aparición” de la epilepsia en su hermano mayor y la manera en que esto afectó a la vida familiar. Como pasó su infancia y especialmente el duro tránsito a la madurez al lado de su hermano mayor, Jean-Christophe, cuyos ataques epilépticos se irán agravando. Y como durante toda su vida hubo de enfrentarse al rechazo que la enfermedad de su hermano causaba entre la gente. Se ha de tener en cuenta que estamos en los años 70 y primeros 80, cuando los conocimientos sobre esta afección cerebral crónica no eran tan amplios como hoy día. De hecho cuando la epilepsia se percibía más como una suerte de maleficio en lugar de como una enfermedad. Por ese motivo sus padres se agarrarán desesperadamente a cualquier curandero, especialista en comida macrobiótica, salvador de almas, guía espiritual o mentalista que ofrezca una posible solución.

Durante todos esos años, David se escudará en su inagotable imaginación, volcándose en sus aficiones lectoras y en el dibujo de abigarradas escenas bélicas, animales mitológicos o seres fantásticos, deidades de todas las religiones habidas y por haber… Suponemos que de ahí surge su peculiar estilo, presente en este álbum y en el resto de su obra gráfica. Esas viñetas colmadas de dibujos, aunque siempre equilibradas. Utilizando el blanco y negro para plasmar conceptos abstractos como la enfermedad, el miedo o el desamparo. Un dibujo bien chulo, la verdad.
En realidad “Epiléptico” es una declaración de amor fraternal. Pese a todos los encontronazos e incomprensiones, los malos momentos, los altibajos continuos, el autor acaba asumiendo que la enfermedad de su hermano también forma parte de él. Y no puede desprenderse de ella sin hacerlo también de una parte muy importante de sí mismo.

Y vaya que, tras una larga espera, por fin he podido confirmar todo lo bueno que de esta novela gráfica había escuchado y leído. Gracias a la gente de la editorial Sins Entido, que han tenido la brillante idea de reeditarla en un solo tomo y al módico precio de 20 euros. Una gran oportunidad para disfrutar de uno de los mejores cómics de la historia según la revista Time (sobra decir que esta cuestión es claramente discutible, pero yo no tengo el bagaje suficiente para hacerlo).

Una pega, que todo hay que decirlo. No estamos ante una obra de fácil lectura. Sobre todo si estáis acostumbrados a tebeos que se leen de un tirón. En este tendréis que deteneros un poquito más. Esto no sería nada malo, más bien al contrario, de no ser por la causa que lo origina: el excesivo detallismo con el que el autor aborda el tema de los chamanes, videntes, charlatanes y otros animalitos que van desfilando a lo largo de la historia. Y es que David B. abunda en la representación de deidades y fabulaciones de tipo religioso para enmarcar la búsqueda desenfrenada de sus padres. No dudo que todo lo que cuenta sucediera de esa manera, pero creo que podría habernos ahorrado algunas de estas microhistorias que tan poco aportan. Con ello hubiera facilitado una lectura que, por momentos, se convierte en algo farragoso. Una pequeña pega que no cambia mi impresión general sobre la obra. Y es que me parece un álbum imprescindible que debe obrar en la colección de cualquier amante del género que se precie. Y además es un buen regalo para no iniciados.

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