El
pasado viernes por la noche, tuvo lugar en la sala Wah Wah de Valencia el esperadísimo concierto de los Bowerbirds. Al menos para servidor, al que le apetecía mogollón ver como se desenvolvían en directo una de las bandas a las que más tiempo de escucha ha dedicado durante los últimos meses. Además venían acompañados para la ocasión por las Agent Ribbons, que fueron las primeras en salir a escena.
A estas últimas parece haberles gustado visitarnos ya que, en un corto espacio de tiempo, se han acercado por dos veces a la Comunitat. Se trata
de tres jovencitas californianas con una propuesta musical bastante bizarra y
que ellas definen como “punk victoriano”. Lo cierto es que esa definición es
entendible si atendemos a las pintas que se gastan, impagable en el caso de la
violinista, pero no tanto en lo musical. Sus composiciones, que beben de muchas fuentes, son tanto
desaliñadas como encantadoras, quedando patente en su actuación del viernes en la que
intercalaron canciones muy chulas con algún truño que otro. A pesar de lo cual,
en términos generales, podemos decir que el concierto estuvo entretenido. Y como comentó alguien
del grupo de amigos con los que estaba, en algún momento incluso recordaron a
las Breeders ¡¡¡o a las Babes in Toyland!!! Ah, destacar que les vino muy bien su peculiar puesta en escena y las coreografías que ensayaron en cada canción,
y como no, la energía de su líder Natalie Gordon, que a pesar de anunciarnos
que llegaba enferma nos ofreció todo su repertorio de gestos, posturitas y
payasadas varias. Bastante divertidas la verdad.
Después
les tocó salir a los tres componentes de Bowerbirds, una banda de Carolina del
Norte fundada por Phil Moore, ex - líder de Ticonderoga, junto a su novia, la
pintora Beth Tacular. El tercero en discordia, cuyo nombre no recuerdo, es nuevo
en esta aventura ya que el multiinstrumentista y productor Mark Paulson, amigo
de Phil desde sus tiempos mozos, no les acompaña en esta gira. El
nombre del grupo es muy curioso, hace referencia a una tipología de pájaro muy bonito
y bastante raro (el bowerbird o ave de emparrado), cuyo estudio formaba parte del
trabajo como ornitólogo que Moore desempeñaba, cuando comenzó a componer para la banda.
Y es que el chaval se encontraba aislado en una cabaña sita en un remoto paraje de la
América profunda. En ella se encargaba de localizar e identificar distintas
especies de aves y debió quedar prendado de esta especie, tan llamativa por sus enormes ojos azulados. Por suerte para él, su novia no tendría reparos en desplazarse hasta allí, dedicando sus días a pintar sus cuadros y a tocar el acordeón. Y por suerte para todos nosotros eso supondría el nacimiento de este interesante proyecto musical.
Tenía
muchas ganas de verlos actuar a pesar de las malas críticas cosechadas en su
anterior visita a España. Fue durante el último "Primavera Sound", en el cual parece
que sonaron bastante mal. Aunque esas ganas se debieran, sobretodo, a su
anterior disco, el magnífico “Hymns for a dark house” (2008), una delicatessen
que lleva siendo desde hace un tiempo uno de mis discos de cabecera. Nada que
ver con su reciente publicación, “Upper air” (2009), un irregular álbum en el
que se dan cita tres o cuatro buenas canciones pero que, en términos generales,
supone un paso atrás en su trayectoria. Y es precisamente por culpa de este
último que el concierto fuese menos de lo esperado. Repleto de altibajos, alternando
momentos sublimes, como al principio cuando enlazaron “Hooves” e “In our
talons” (de su primer disco) y “Crooked lust” (una de mis favoritas del último),
y otros de sopor eterno, cuando hacia el final se sucedieron tres o cuatro
cortes de su último larga duración demasiado iguales entre sí. Una lástima, la
verdad. Como también fue una pena que el mal sonido del acordeón desluciera
alguna de sus composiciones más brillantes. De ahí que, en muchos momentos, la actuación de los Bowerbirds fuese bastante anodina. Espero que en su próxima
visita, que anunciaron medio en broma medio en serio, para diciembre (y así presenciar la collita de
la taronja ¿?), vengan con la lección aprendida.
Por
cierto, una reflexión post-concierto que viene al caso. Comienza a preocuparme
que los miembros de las bandas que me gustan sean más jóvenes que yo. El
inexorable paso del tiempo que no perdona a nadie…
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